domingo, 25 de marzo de 2012

CITYZEN MODÉLICO”, 4

- Desayuno farolero -

     Al día siguiente, madrugué   y me presenté en el Reformatorio para colocarme en una de las filas  de espera con el jarrito y el plato de presidiario con la intención de tomar el desayuno con ellos;  cuando me llegó el turno, el funcionario lmedio un panecillo y le llenó el jarrito de aluminio de una especie de líquido viscoso, que él desconocía; se dirigió a las mesas del comedor, donde encontró un asiento libre; antes de probar, ya senti asco, pues tenía un aspecto feo, como tirando a mocos; mojó un trozo de pan en el jarrito y, al notar el tacto de “aquello” sobre la lengua, sm levanté marché sin decir palabra en busca del servicio más cercano y con lágrimas en los ojos de impotencia y vergüenza devolvií, no el desayuno, sino el desayuno, la comida y cena del día anterior.

Los chicos , y también los funcionarios, fueron testigos directos de aquel mi ruidoso y vergonzoso espectáculo; era simplemente tapioca o yuca molida y cocid; u8n alimento nutritivo.

Todos se tomaban aquel desayuno con naturalidad y satisfacción; lo que a mí parecían mocos, era yuca molida y licuada, aprendí más tarde.

Todo fue cuestión de ignorancia por mi parte.

Ignorancia  con una gran dosis de imprudencia.

Quise ir de “curita modelo”  y terminé haciendo el ridículo.

Intenté dar un ejemplo de humildad,  y resultó ser un “humillante farol”; ¡ nos suele ocurrir más de una vez, cuando intentamos llegar más allá de nuestras capacidades y experiencias.

Me recuperé de mis ascos injustificados; el propio Director de la Prisión se interesó por mi y me ofreció un café delicioso, y me dirigí al pabellón con mis chavales.

Al entrar estaban muy calladitos y vigilados por el equipo de funcionarios de la prisión.

Al verme, recibí uno de los aplausos más grandes de toda mi vida.

 Sentí vergüenza, pero al mismo tiempo comprendí que aquellos “delincuentes” quizá no lo eran tanto; allí estaban por algo, pero en su corazón quedaba todavía  mucha nobleza y capacidad de comprensión.

Salieron los vigilantes y antes de empezar yo, fueron ellos los que dijeron cosas, cuyas expresiones me reservo por delicadeza:

 ( continuará)






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