“¿Vigilantes
del mar y del cielo”?
Tenemos que
reconocer, aunque miramos como a
ciegas, que los antiguos
habitantes de este lugar tan
misterioso para nosotros
y dificiílmente imaginarlo,
vivieron un esplendoroso
acontecer cuyas huellas se
hunden en el pasado, nos
sobrecogen en el presente y
brillarán para siempre en
el futuro.
En el antiguo
volcán Rano Káu, vemos las canteras y
yacimientos de rocas
(ahu) de lava de las que en su
día salieron esos más de
900 “moáis” de los que
algunos pesan más
de 80 toneladas y miden más de
20 metros de
altura.
Conforme se inicia
el paseo siguiendo la rivera del
mar se van viendo, cada
vez en mayor número esos
impresionantes
gigantones, en hierática postura
mirando al infinito cielo
limpio polinesio, afincado
su pie y firmes sus cuerpos
en la tierra, vigilando,
oteando el horizonte
indefinido del tiempo y el
sperado personaje de sus
sueños, locuras y deseos
sincumplir.
En el fondo de
nuestra imaginación quijotesca, ávida
de aventuras y pasos
perdidos, siempre hay un moai
forjador de tiempos
mejores, injusticias reparadas y
entuertos vencidos. Los
desatinos de amor y la furia
violenta de la vida nos
convierten a todos en pétreos
“moais” que no
sienten ni padecen lo ajeno.
Vivieron
un esplendoroso acontecer cuyas huellas se
hunden en el pasado, nos sobrecogen
en el presente y
brillarán para siempre en el futuro.
En
el antiguo volcán Rano Káu, vemos las canteras y
yacimientos de rocas (ahu) de
lava de las que en su
día salieron esos más de 900 “moáis” de los que
algunos pesan más de 80 toneladas
y miden más de
20 metros de altura.
Conforme
se inicia el paseo siguiendo la rivera del
mar se van viendo, cada vez en mayor
número esos
impresionantes gigantones, en hierática postura
mirando al infinito cielo limpio
polinesio, afincado
su pie y firmes sus cuerpos en la tierra, vigilando,
oteando el horizonte indefinido del tiempo y
el
espacio, la aparición del viajero ignoto y esperado
personaje de sus sueños,
locuras y deseos sin
cumplir.
En
el fondo de nuestra imaginación quijotesca, ávida
de
aventuras y pasos perdidos, siempre hay un moai
forjador
de tiempos mejores, injusticias reparadas y
entuertos vencidos. Los desatinos de amor y la furia
iolenta de la vidanos
convierten a todos en pétreos
“moais” que no sienten ni padecen lo ajeno.
Algún día Rapa Nuí había sido un vergel
paradisíaco
en que un pueblo
feliz prosperó a la luz del
duro, fiel
y fructífero trabajo y la fe viva en el dios que les había
regalado
con el amor divino impregnando su mundo
natural de tanta gracia y
hermosura. –
Muy buen poema
ResponderEliminarTeniendo en cuenta los CINCUENTA AÑOS trabnscurridos desde que tuve la suerte de ver con mis ojos, tocar con mis manos y pasear con mis pies ese lugar mítico, la Isla de Rapa Nui, he soñado innumerables veces sus calas, sus montes, valles, canteras, puestas de sol, sus altares profanados, su smúsicas/ danzas polinésicas y su cielo coronado por la Cruz del Sur, que es algo más que una simple Costelación; sobre todo me fascinó sus ancestral población de piedra testimoniada por la impresionante presencia de los numerosos, atentos y fieles vigilantes ante el Firmamento y el Mar/ Oceano.
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