viernes, 23 de marzo de 2012

“A LA MESA DE LOS INCAS”, 2


 Ahora, ya puedo contarlo.

Yo había bebido este tipo de bebida inca varias
veces y nunca pasó nada raro; siempre la había
tomado con moderación.

Después de saber el modo de fabricación, no
volví a probarla y me temo que no la volveré
a beber nunca más.

Cualquier bebedor de chicha fermentada, sabe
y no deja por ello de beberla; dejémoslo claro,
en defensa de la verdad y el excelente beber.

Salvado el  escollo, seguimos con el proceso de
fabricación: en la mañana de ese primer día
que conviví con mis feligreses de la barriada
”José Gálvez”, pude ser testigo de primera fila
como algunas mujeres mayores del poblado,
sentadas junto a  unas calderas puestas a la
lumbre, con agua en ebullición, vertían las
mazorcas normales de color amarillo, moradas
y negras con trozos de caña de azúcar; en la
medida que pasaba el tiempo, de vez en cuando
y de forma alterna, las damas que vigilaban y
 removían el cocimiento aquel, tomaban algo
de su boca y lo echaban sobre el agua hirviendo
en el interior de la caldera.

Yo, intrigado por ese gesto, pregunté por qué
ellas hacían tal cosa; la respuesta que me dieron,
tan natural para ellos, me dejó a punto de vomitar
todas las porciones de chicha fermentada que me
había tomado durante mi estancia en el Perú.

No era de recibo la cara que debí poner ante
aquellos buenos amigos, porque ellos, extraños
ante mi actitud, aseguraron que

“la chicha está buenísima, cuando la pruebe, de
seguro que repite muchas veces, padrecito”.

Según fui informado por ellos, tenían chicha
de más grados, preparada en días anteriores,
pues “la de hoy es por si se acaba la anterior
durante los días que duran las fiestas.

La comida de se mismo día, víspera de Fiesta
fue lo más normal de un día corriente en la
casa de una familia trabajadora con recursos
más bien escasos:

- unas botellas de cerveza “Pilsen Callao”,
- un plato de arroz blanco sin aliño alguno,
al que se le suele aliñar con salsa picante o no;
- un filete empanado,  que previamente han
roto sus fibras a base de golpes con una piedra
áspera sobre la tabla o piedra de la encimera;
- postre de fruta variada que en el Perú se
produce, tanto en la selva como en la costa;
- una taza grande de café de  olla, delicioso,  
y un trozo de mazamorra morada .

¡¡¡Chúpi!!!

No fue una comida de lujo, pero merece la
pena recordar ese conjunto de sabores de la
mesa inca.

El primer día de Fiesta, comienza con un
pasacalles al estilo español, pero en vez de
la  flauta y tamboril, se acompaña de quena,
charango, zampoña y tambor.

Se toma como desayuno pisco y dulces
típicos, muy variados en la zona de Lurín
y alrededores en  el sur de Lima.

A las doce del mediodía se celebra la
Santa Misa en la fachada del local de la
Asociación  y  así  mismo Capilla, para
que puedan asistir  todos los habitantes
y vecinos sin problema de espacio; a la
Misa al aire  libre o de Campaña siguió
la procesión con una  imagen de Ntra.
Señora la Virgen del Carmen, con que  se
recorrió la totalidad del  poblado, para
el regocijo y  contento de todos los vecinos,
ante todo los más alejados, a donde nunca
había llegado antes.

Después de la Procesión, hubo “mesa
 para todos” y a base de la comida más
 socorrida y típica de las fiestas incas,
la pachamanca. precedida de un plato
también muy  popular en toda la costa
pacífica de Colombia hasta Chile; suele
presentar algunas variantes, según el
gusto del cocinero y los muy ávidos
comensales; hablo del rico “ceviche”;
su receta es diferente en distintos sitios;
la que yo conocí en la zona de Lima es
la que tiene de base la corvina; se trocea
en tiras recortadas en tacos, estos se
colocan en una cazuela o bol, mejor de
cerámica, en que se ha preparado una
cantidad suficiente de jugo de la lima
americana (limón pequeño y verde) o
jugo  de naranja ácida, mejor lima, con
una porción pequeña de sal y un poquito
de ají; se deja macerar unas 24 horas,
luego se sirve con pequeños trocitos de
otros ingredientes, como cebolla y
zanahoria bien picada; el líquido, que
ha quedado en el recipiente, se puede
colar y servir en copitas con el borde
impregnado de pisco u otro licor al 
gusto.

El ceviche es un lato de fama mundial. 

Todo bien regado con fría  y abundante
cerveza o refrescos.

El postre con macedonia de frutas
tocada de polvos de azúcar, moreno o
azucar blanquilla.

Y, para terminar, café de olla para una
excelente digestión

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