Ahora, ya puedo contarlo.
Yo había
bebido este tipo de bebida inca varias
veces y nunca pasó nada
raro; siempre la había
tomado con moderación.
Después de saber el modo
de fabricación, no
volví a probarla y me
temo que no la volveré
a beber nunca más.
Cualquier bebedor de
chicha fermentada, sabe
y no deja por ello de
beberla; dejémoslo claro,
en defensa de la verdad y
el excelente beber.
Salvado el escollo, seguimos con el proceso de
fabricación: en la mañana
de ese primer día
que conviví con mis
feligreses de la barriada
”José Gálvez”, pude ser
testigo de primera fila
como algunas mujeres
mayores del poblado,
sentadas junto a unas calderas puestas a la
lumbre, con agua en
ebullición, vertían las
mazorcas normales de
color amarillo, moradas
y negras con trozos de
caña de azúcar; en la
medida que pasaba el
tiempo, de vez en cuando
y de forma alterna, las
damas que vigilaban y
removían el cocimiento aquel, tomaban
algo
de su boca y lo echaban
sobre el agua hirviendo
en el interior de la
caldera.
Yo, intrigado por ese
gesto, pregunté por qué
ellas hacían tal cosa; la
respuesta que me dieron,
tan natural para ellos,
me dejó a punto de vomitar
todas las porciones de
chicha fermentada que me
había tomado durante mi
estancia en el Perú.
No era de
recibo la cara que debí poner ante
aquellos buenos amigos,
porque ellos, extraños
ante mi actitud,
aseguraron que
“la chicha está
buenísima, cuando la pruebe, de
seguro que repite muchas
veces, padrecito”.
Según fui informado por
ellos, tenían chicha
de más grados, preparada
en días anteriores,
pues “la de hoy es por si
se acaba la anterior
durante los días que
duran las fiestas.
La comida de se mismo
día, víspera de Fiesta
fue lo más normal de un
día corriente en la
casa de una familia
trabajadora con recursos
más bien escasos:
- unas botellas de cerveza
“Pilsen Callao”,
- un plato de arroz blanco
sin aliño alguno,
al que se le suele aliñar
con salsa picante o no;
- un filete empanado, que previamente han
roto sus fibras a base de
golpes con una piedra
áspera sobre la tabla o piedra de la encimera;
- postre de fruta variada
que en el Perú se
produce, tanto en la
selva como en la costa;
- una taza grande de café
de olla, delicioso,
y un trozo de mazamorra
morada .
¡¡¡Chúpi!!!
No fue una comida de
lujo, pero merece la
pena recordar ese
conjunto de sabores de la
mesa inca.
El primer día de Fiesta,
comienza con un
pasacalles al estilo
español, pero en vez de
la flauta y tamboril, se acompaña de quena,
charango, zampoña y
tambor.
Se toma como desayuno
pisco y dulces
típicos, muy variados en
la zona de Lurín
y alrededores en el sur de Lima.
A las doce del mediodía
se celebra la
Santa Misa en la fachada
del local de la
Asociación y
así mismo Capilla, para
que puedan asistir todos los habitantes
y vecinos sin problema de
espacio; a la
Misa al aire libre o de Campaña siguió
la procesión con una imagen de Ntra.
Señora la Virgen del
Carmen, con que se
recorrió la totalidad
del poblado, para
el regocijo y contento de todos los vecinos,
ante todo los más alejados, a donde nunca
había llegado antes.
Después de la Procesión,
hubo “mesa
para todos” y a base de la comida más
socorrida y típica de las fiestas incas,
la pachamanca. precedida
de un plato
también muy popular en toda la costa
pacífica de Colombia
hasta Chile; suele
presentar algunas
variantes, según el
gusto del cocinero y los
muy ávidos
comensales; hablo del
rico “ceviche”;
su receta es diferente en
distintos sitios;
la que yo conocí en la
zona de Lima es
la que tiene de base la
corvina; se trocea
en tiras recortadas en
tacos, estos se
colocan en una cazuela o
bol, mejor de
cerámica, en que se ha
preparado una
cantidad suficiente de
jugo de la lima
americana (limón pequeño
y verde) o
jugo de naranja ácida, mejor lima, con
una porción pequeña de
sal y un poquito
de ají; se deja macerar
unas 24 horas,
luego se sirve con
pequeños trocitos de
otros ingredientes, como
cebolla y
zanahoria bien picada; el
líquido, que
ha quedado en el
recipiente, se puede
colar y servir en copitas
con el borde
impregnado de pisco u
otro licor al
gusto.
El ceviche es un lato de fama
mundial.
Todo bien
regado con fría y abundante
cerveza o refrescos.
El postre con macedonia
de frutas
tocada de polvos de
azúcar, moreno o
azucar blanquilla.
Y,
para terminar, café de olla para una
excelente digestión
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