NOTA:
La parábola del "hijo pródigo" se repite
cada vez que el amor, distraído, vuelve.
Mal y bien de amores.
En
el cofre secreto de mi alma
tengo
alojado un recuerdo sublime;
no
son sombras, ni celos, ni son penas;
un
rescoldo que luce noche y día,
me
distrae en el trabajo y el dormir;
ni
cuando me divierto tengo calma;
los
hilos de mi vida, imposibles,
se
cruzan cortándome las venas;
han
amarrado hasta mi valentía,
mis
lagrimas. mi canción mi reír.
Desde
esas profundidades mías,
he
mirado por la rejilla abierta
de
tu amistad conmigo olvidada,
sin
importarte que sigo esperando,
como
el padre aquel del hijo pródigo;
servirte
manjares y las ambrosías,
tirar
a la basura tu maleta,
reponer
tus vestiduras tan ajadas,
tenerte
entre mis brazos, apretando
por
el tiempo que no fuiste conmigo.
Pondré
sobre tu mano los anillos,
recuperando
todos tus derechos,
sin
oír los reproches envidiosos,,
molestos,
por tu arrepentimiento
y
mi perdón borrando tu pecado;;
celebraremos
un banquete unidos
con
todos los amigos satisfechos,
contentos,
felices y dichosos
de
disfrutar los buenos alimentos
de
la amistad y amor recuperado:
Todos
los llantos de nuestro pasado,
de
tanto otear los ojos secos,
la
torre y tu regreso vigilando.
No
llores más, amor mío, te quiero
con
tus defectos y limitaciones;
estaré
contigo, te he jurado,
con
caricias, abrazos y los besos;
siempre
contigo estaré esperando
gastar
nuestra vida en un requiebro
de
amor eterno en nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario