viernes, 9 de marzo de 2012

"LA ORACIÓN EN LA VIDA HUMANA"



Primera parte: (válido para creyentes y/o no creyentes)

Para entender el sentido de la oración, hay que situarse en un momento de
sufrimiento al límite, cuando un ser humano está  al borde de la desesperación
personal.

Cuando nos encontramos perdidos en el bosque de la  vida, sin saber qué hacer,
la soledad más absoluta sin otear un camino de salida a nuestra situación amarga.

“¡ Dios mío, si existes y yo te importo algo, échame una mano, sálvame!”
“¡ Padre, si es posible, haz que pase de mi este cáliz!”
“¡ Dios mío, Dios mío, ¿ por qué me has abandonado”!
“¡ Señor, ¿qué he hecho yo para merecer esto!? ¿Por qué tanto silencio!?”

Todos los seres  humanos: mujeres u hombres, ricos  y pobres, sanos o enfermos,
 sean niños, jóvenes, adultos o ancianos; todos pasan por momentos de zozobra,
 dolor, pavor y temblor.

 “ ¡ Que se pare el mundo que yo me bajo!”
 “¡ Esta vida es una mierda!”
“¡ Hemos nacido para sufrir!”
“¡ Que alguien me lance al precipicio, que yo no me atrevo!”
“¡ Es preferible la muerte a seguir viviendo!”
“¡ Dejadme que me suicide y respetad mi ¿dignidad personal? !”
“ Sería mejor no haber nacido”

... Y podíamos seguir enunciando expresiones desesperadas? justificadas?
Blasfemias? de seres humanos rotos por el dolor físico y/o psicológico Hasta
no poder más ...

Desde la perspectiva de las amarguras vitales, podemos comprender mejor la
urgente  necesidad de acudir a la oración suplicante, universal,  ante
>>>>>>>>>>>>>>>>>>EL GRAN DESCONOCIDO,<<<<<<<<<<<<< <<

Ese que  hemos venido a llamar el Supremo Creador que sostiene con su poder
infinito el mundo  universo que habitamos, con toda su carga de bondad y de
malicia, tristeza y alegría, sano y corrompido, torcido y recto , bello y feo que
nos rodea por doquier.

Por encima de la conducta de todos y cada uno de nuestros congéneres y demás 
situaciones, comportamientos materiales, sociales, políticos y espirituales, cada
uno de nosotros somos los responsables causales o terminales de nuestros buen
o mal proceder a todo lo largo de nuestra vida humana; y esto es tan fundamental
 que  nuestra libertad radica en la aceptación de la  responsabilidad personal en
cada acto vital individual.


Asumido nuestro protagonismo como seres inteligentes, libres , racionales; resulta
 es evidente la participación que nos cabe en el conjunto social de la humanidad.

Nuestro grito desde la realidad vital no es sólo de desesperación y angustia, sino
de alegre gratitud por todos los valores que hemos recibido, damos parte de lo que
 somos y  poseemos con las personas que nos rodean empezando por los que viven
más cerca.

Oración creyente y gozosa por la vida, el trabajo, el dolor redentor junto a los que
son y comparten la Fe y la Esperanza  de este tiempo, con el Amor eterno en El. 

Una vez comprendido ese principio y satisfecha la necesidad de creer, de  esperar
y de amar en una dimensión mínima humana creyente, seguro que apetece avanzar
por el camino misterioso y sagrado de acercamiento al Supremo Hacedor y a todo
el gran entorno religioso que enriquece al que lo anda y lo conoce más intima, lo
vive y gozosa, bella y alegremente; la fruición espiritual de la persona que disfruta
la cercanía de lo divino no puede ser vista ni entendida desde la lejanía del simple 
incrédulo “que pasa de todo”.

En la soledad de la noche obscura y a plena luz del día esplendoroso, el creyente
ve y vive la huella del Amado y otea en cada horizonte la silueta eterna de lo divino.

En cada persona, animal y cosa, en cada piedra, en cada flor, en cada ser diminuto o
 gigante que aparece y pulula por el mar, la tierra o el aire, el creyente  experimenta
el contacto con El.

El creyente es en realidad un contemplativo permanente de la belleza, la bondad y
la grandiosidad del Gran Desconocido, Origen de cuanto existe.

La Gran Historia de la existencia humana está impregnada de la presencia divina;
en cada cima, valle, altura y profundidad del mundo que habitamos se nota, palpa
y descubre el roce de sus manos.

Que hay seres humanos que no creen en Dios y no reconocen su existencia es un
dato y un hecho universalmente admitido.

Durante mi larga vida apostólica y de relación humana, religiosa y social, encontré
por doquier personas, hombres y mujeres, ancladas en las rocas de la incredulidad,
por razones muy diversas; a continuación , sin pretender agotar situaciones, señalo
algunas de ellas:

-       1.- “ Si no lo veo, no lo creo”.

Parece una simpleza pueril, pero es todo un tratado de filosofía del conocimiento;
los
niños siempre dicen la verdad, y los que defienden su incredulidad, son como niños
de diversas edades que jamás abandonaron del todo su más tierna infancia; esto
aparte deque los que siguen colgados de “la seguridad de la evidencia” son los más 
alejados de la auténtica vida de fe, porque la fe está basada en “creer sin ver” en que
 está ausente la evidencia; la Fe verdadera es razonable y se basa en la autoridad de
 quien anuncia un acontecimiento o idea creíble, sin agotar la incertidumbre de la 
duda del que cree;  y TIENE el aliciente  meritorio de la responsabilidad en su Fe
 personal Y LIBRE.

-       2.- “ Si no meto la mano en su costado y mis dedos en el agujero de sus
-       manos
no creeré”  (dijo Tomás ante el hecho de la Resurrección de su Maestro.)

El incrédulo Tomás fue severamente corregido por el mismo Jesucristo:

“Ven y mete tu mano en la llaga, producida por la lanza,  de mi costado y tus
dedos en la  hendidura de los clavos en mis manos; y no seas incrédulo sino fiel.
Tomás, porque has visto has creído. Dichosos los que creen sin ver.”

“Creemos, Señor; pero aumenta nuestra fe.”
Exclamaron más de una vez los discípulos de Jesucristo el Hijo de Dios vivo, por
 quien todos ellos darían la sangre y su vida para dar testimonio del Evangelio,
Palabra y Salvación para todos sus creyentes.

-       3.- “ No es necesario admitir la acción creadora de Dios, porque la realidad
del mundo y su diversificación es producto de la evolución permanente a que este
está sujeto, desde la formación espontánea de su aparición natural”

Como teoría es admisible en parte, ya que no cabe en cabeza alguna pensante que
el
mundo “cantante y sonante”,  que contemplamos y pisamos, fuera creado “tal cual” 
directamente por el Supremo Hacedor, ya que todo el proceso narrativo recogido
 en los libros que llamamos bíblicos no es un escrito periodístico que haya que
leerse y
interpretarlo “tal cual”, su contexto hagiográfico responde a una inspiración en todos
 los autores que intervinieron dando forma a la significación de su contenido literal.

Hay que acompañar al esfuerzo de su correcta interpretación, la capacidad y el tesón
que precisa  leer esos textos con la comprensión de una sociedad y comunidad
humana que vivió en un contesto cultural de hace ya muchos miles de años.

Cada piedra, y todo el polvo que la envuelve son sujetos de un estudio minucioso
 para poder determinar una época, las manos que las tocaron y los fenómenos 
ambientales y
metereológicos que tuvieron lugar en su formación física..

Los estudios de la Arqueología y la Prehistoria exigen una especialización adecuada,
donde no tienen cabida “los palos de ciego”. 

Las investigaciones y conocimientos logrados, no llegan a satisfacer del todo la sutil
e insatisfecha mente humana; faltan los testigos directos de los hechos reales; sólo se
puede intentar ir hasta allá con datos imprecisos cargados de imaginación e inventiva
 más o menos, más bien menos, justificada y ajustada a la verdad.

Conocemos cuerpos actuales formados a base de células  que, a su vez, proceden
de la  unión precisa y dentro de su vocación caótica original de unos átomos cuyo
número
 es mayor que el conocido y de cualidades mayoritariamente desconocidas.
Estos átomos no tienen sustentación propia ya que en sí solo son la materialización 
física de la pura energía (fuerza expansiva) inmaterial.

En realidad solo llegamos a la esencia cosmogónica del universo mundo, admitiendo
 que dicha energía ( ¿ pura ? ) es el origen fóntal de la corporeidad  existente; y es ahí
 donde cabe ver con meridiana claridad dónde se exige de forma  ineludible la
 intervención creadora de un ser que está por encima de la existencia energética.

Y ¿ Quién es? “¿Quien eres tu para que yo pueda hablar en tu nombre a mi gente?”

Como respuesta hallamos una afirmación que resuena desde el principio en todas las
rocas, arboledas y paredes invisibles del entendimiento humano como un eco en el
fondo del corazón y el cerebro de la materialidad intelectual de todo ser pensante,
que se debate sin cesar en el oleaje turbulento y feroz de la contingencia existencial:

“ Ve y di a tus hermanos de mi pueblo para que crean en ti:

>>>>>>>>>>>>>>>>>> “YO  soy EL QUE SOY”<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<

Ante la tesitura de nuestra evidente realidad llena de limitaciones, que nos empuja
y deja al borde de la infinitud:

¿Qué hay más allá del espacio conocido?
¿Qué hay ahí, después del tiempo conocido y conocible?  
¡Seguimos preguntando...... SIEMPRE!
Misterios ante lo desconocido........que nos hace ORAR y, a veces LLORAR.

 -       4.-  “ La única realidad eterna es la materia, ya que ésta siempre se trasforma,
 pero jamás desaparece “

Cabe reflexionar sobre esta frase tan socorrida de los hermanos materialistas.
Bastaría la simple aceptación, pues habríamos llegado a una conclusión lógica y
tan evidente para ellos; si la materia es eterna, ya hemos encontrado la existencia
del  Dios Creador  y eterno que venimos buscando.

Pero tropezamos con la variabilidad y la contingencia, la fragilidad de su realidad 
física; lo que es hoy, mañana no será conocible, por su inconsistencia temporal.
La experiencia de nuestra propia realidad nos conduce a un deterioro permanente.

AHÍ ESTÁ la diferencia de lo divino, en que

>>>>>>>>>>>>>>> “ES EL QUE ES” ETERNAMENTE <<<<<<<<<<<<<<<<

de forma NECESARIA  y  NO CONTINGENTE, VARIABLE Y PERECEDERA.

-       5.-  “ El tiempo de la fe, ya pasó, ahora estamos en el tiempo de la Ciencia,
en que la Teología ha cedido el paso a la Cienciología ”.

Todos los creyentes, sin excepción,  admiramos, respetamos y dedicamos la mayor
 parte de nuestro tiempo al estudio de cuantas ciencias humanas integran nuestro
rico patrimonio universal y formidable bagaje ancestro cultural.

La profunda diferencia entre un creyente y un ateo, está en que todos los creyentes
 aceptamos el mundo de la ciencia en lo que significa progreso y crecimiento, tan 
humano, compatible todo ello con nuestra afirmación racional de Fe, y el ateo es,
 existe, insiste y muere en su “incredulidad irracional é ilógico”.

La Teología admite y convive con la Ciencia; es el ateo científico al que le falta la
Fe, el que no quiere implicarse ni siquiera preocuparse de este tema, aplastado por
la inseguridad y dudas que lo envuelven; siempre fui respetuoso con ellos; ¿quién
soy yo para intervenir en su opción libre personal?  Aunque deseaba para todos mis 
interlocutores ateos el don de la fe, debía evitar el hecho de ser proselitista; no cabe.
No es la Fe un “artículo de consumo o lujo” que se pueda comprar y vender en el
 mercado, ni un valor que se puede enseñar y/o aprender en la escuela o en la mejor 
Universidad.

La Fe es un Don, un Regalo, una Semilla que radica, nace y crece en la fertilidad
del espíritu, en la sutileza del alma humana, y cuando se desarrolla da frutos de 
libertad, alegría, bondad y paz, sosiego y felicidad proporcional al esfuerzo del que
la cultiva y responde puntualmente a las exigencias de su imparable desarrollo en t
orno a EL

La Fe personal se torna comunitaria y compartida, porque no conoce ni admite en si
ni la individualidad ni el egoísmo; es generosa, comunicativa y transparente..

Terminamos por hoy, recogiendo velas, cerrando los ojos y abriendo  la ventana y la 
puerta del espíritu para que El entre con su luz y gozo infinitos hasta llenar del todo
la capacidad interior de nuestra alma  al entregarnos silenciosamente en el aposento
de nuestra oración confiada y confidente en nuestro susurrante grito y necesidad d
e que El se nos manifieste, consuele y colme de Amor eterno el frágil vaso de nuestro 
ser y tiempo.

La oración  espontánea y humilde es el camino más corto  para lograr la experiencia 
con lo divino; esta vivencia toma con frecuencia una dimensión espiritual de orden 
sobrenatural, no controlada por nosotros; es el encuentro de lo eterno en el tiempo;
y no se puede llamar de otra manera; estamos hablando de vida contemplativa.
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NOTA: No es mi deseo sentar cátedra; si alguno de mis inteligentes y muy amables
lectores, desea añadir o corregir, yo estaría encantado de compartir. Abrazos.
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Próxima publicación: CLASES DE ORACIÓN
Segunda parte: ( para creyentes y aspirantes a serlo )

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