miércoles, 21 de marzo de 2012

"ZITYZEN MODËLICO", 2


-No era para tanto-
Al día siguiente, madrugué un poco y me presenté el Reformatorio para colocarme en una de las filas  de espera con el jarrito y el plato de presidiario con la intención de tomar el desayuno con ellos;  cuando le llegó el turno, el funcionario le entregó un panecillo y le llenó el jarrito de aluminio de una especie de líquido viscoso, que él desconocía; se dirigió a las mesas del comedor, donde encontró un asiento libre; antes de probar, ya sintió asco, pues tenía un aspecto feo, como tirando a mocos; mojó un trozo de pan en el jarrito y, al notar el tacto de “aquello” sobre la lengua, se levantó marchó sin decir palabra en busca del servicio más cercano y con lágrimas en los ojos de impotencia y vergüenza devolvió, no el desayuno, sino la cena del día anterior.

Los chicos , y también los funcionarios, fueron testigos directos de aquel mi ruidoso y vergonzoso espectáculo. 

No era para tanto.

Todos se tomaban aquel desayuno con naturalidad y satisfacción; lo que a mí parecían mocos, era yuca molida y licuada, resulta ser un excelente alimento.

Todo fue cuestión de ignorancia por mi parte.

Ignorancia  con una gran dosis de imprudencia.

Quise ir de “curita modelo”  y terminé haciendo el ridículo. Intenté dar un ejemplo de humildad,  y resultó ser un “humillante farol”.

Me recuperé de mis ascos injustificados; el propio Director de la Prisión se interesó por mi y me ofreció un café delicioso, y me dirigí al pabellón con mis chavales.

Al entrar estaban muy calladitos y vigilados por el equipo de funcionarios de la prisión.

Al entrar recibí uno de los aplausos más grandes de toda mi vida.

 Sentí vergüenza, pero al mismo tiempo comprendí que aquellos “delincuentes” quizá no lo eran tanto; allí estaban por algo, pero en su corazón quedaba todavía  mucha nobleza y capacidad de comprensión.

Salieron los vigilantes y antes de empezar yo, fueron
ellos los que dijeron cosas, cuyas expresiones me reservo por delicadeza:

-“Padrecito, ¡qué valiente es usted!”
-“¡Tiene unos (aguacates) que se los pisa!”
-“¡Todos los curas tendrían que ser como usted!”
-“¡No se vaya nunca de con nosotros!”
-“¡no se corte con nosotros. Haremos todo lo que usted nos pida!”
-“¡Viva usted y la madre que le parió!”
-“...dijeron muchas más cosa (eran más de 200 chicos) y
más fuertes... el “padrecito en esas circunstancias ni se
inmuta...¡¡¡¡¡¡¡¡ sielcio!!!!!!

Escribí en la pizarra, para que ellos respondieran en un folio que repartí, las siguientes propuestas e ideas
de reflexión:

01.- ¿Por qué estoy metido en este reformatorio?
02.- ¿Soy yo el culpable o han sido otros?
03.- ¿me agarraron “con las manos en la masa”?
04.- ¿Fui víctima de una denuncia?
05.- ¿Qué tengo contra los curas?
o6.- ¿He sido o soy víctima de malos tratos?
07.- ¿Me siento capaz de perdonar a los que me hicieron algún mal?
08.- Califica de 0 a 10 a los funcionarios de esta prisión (sin dar nombres).
09.- Estás a gusto, o no, asistiendo a estas charlas conmigo?
10.--Hago tres propuestas de conversación religiosa.
11.- Hago tres propuestas de conversación no religiosa, sino familiar o social.
12.-  ¿Quieres sentirte amigo de Jesucristo?

Las respuestas escritas no llegaron a 50; el resto eran
analfabetos o casi. 

Debía yo haberlo averiguado antes.

Pero cuando me lamentaba por ello, sucedió algo digno de ser mencionado:
La gran mayoría tomó la palabra y conforme levantaban la mano, venían al estrado y soltaban por sus bocas toda la verdad desnuda y algunos “a lo  bestia” sobre los puntos propuestos.

Quedé tan impresionado que fui a conversar con el Director, que valoró muy alto mi atrevimiento, y se alegró por ello; me dijo:

“No me lo puedo creer; en solo dos días ha logrado usted cambiar el comportamiento de “estos hijos de perra”.
“Usted ha conseguido con su palabra y su actitud con lo que nosotros no conseguimos ni a palos”.

Terminó él de hablar y me levanté con lágrimas en los ojos, sin decirle cosa alguna. El dijo:

“Padre, ¿por qué llora usted? al contrario, puede sentirse muy satisfecho por el éxito de su excelente  y fructífera labor como sacerdote”

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