UNA NOVEDAD
Un teólogo Sacerdote, algo mayor que
yo, asistía en silencio.; reemplazando a uno de los teólogos habituales; no lo
conocía, aunque recordé haberme cruzado con él y saludado en la entrada ce la
Sagrada Congregación.
Observé un cambio en los componentes de la Comisión; dos de
ellos eran diferentes y desconocidos para mí; estaban el mismo Presidente y el
mismo Secretario de las entrevistas anteriores; un clérigo de edad entre los
sesenta y sesenta y cinco años con mirada fija y actitud severamente observadora, sentado en la parte
extrema derecha del Tribunal; en el lado de la izquierda extrema del grupo se
sentaba un sacerdote que no parecía llegado aún a los cincuenta; se le notaba
muy atento, aspecto cuidado de ojos claros y cabello rubio, bien peinado y
tenía características nórdicas o alemanas; José María estaba sentado detrás de
mi, al lado derecho, a dos metros de distancia; el clima era agradable y la
sala, que no era grande tenía una iluminación justa.
Comenzó la sesión el presidente,
saludando a los presentes de una forma más calurosa y amble que en veces
anteriores, agradeciendo la asistencia de los nuevos miembros del tribunal, que
no nombró; se dirigió a mi diciendo:
“reconocemos su esfuerzo, señor
Tortosa, de tiempo y dinero, al quedarse diez días más en Roma y haber atendido
la petición de este Tribunal, ya que por motivos de agenda, tuvimos que posponer la entrevista hasta hoy;
soy muy consciente de que estos días le
habrán costado preocupaciones y molestias; pero también le habrán servido para
reflexionar sobre los temas tratados y también, por qué no, para conocer mejor
la Ciudad eterna donde hay tanto que ver.
Dicho esto, y sin condicionar para nada
el contenido de sus preocupaciones, sea usted mismo el que nos haga un breve
resumen de lo que desea, como la razón o razones de su solicitud; tiene usted
la palabra”.
Visto desde hoy, resulta curioso que el
planteamiento debería haber sido el de hacer una serie de preguntas, como
había sido habitual en las pasadas anteriores entrevistas; por eso yo no quise
hablar de memoria, pues ellos sabían de memoria lo que yo había solicitado y lo
que podría responder:
Opté por tomar seis fotocopias de mi solicitud
original y las entregué en la mano
de cada uno de los miembros del
Tribunal, dando también una copia al
Padre José María Carda, por cortesía y con permiso del Presidente; el
P. Carda, mi amigo y guía, colocado allí
por mi Obispo Antonio Dorado Soto (de eterna memoria) desde mi salida de
Guadix; había estado presente en todas las entrevistas, aunque nunca había
intervenido con palabra alguna.
Me senté y esperé hasta dar tiempo a
que todos ellos leyeran el documento, y el Presidente me invitara a continuar;
fueron momento de observación por mi parte de los gestos, movimientos y miradas
de cada uno; era como empezar de cero, y gocé mucho de que estos comisionados del Papa, por fin, habían tomado
en serio el tema de mi solicitud.
Aprendí mucho de aquellos clérigos
vaticanos, cuyos nombres nunca supe, ya que, pensaba entonces y sigo pensando
hoy, que eran personas de una gran preparación
y especial competencia en Teología, para ser jueces en el análisis de mi
solicitud que había pasado de la Congregación del Clero a la Congregación para
la Doctrina de la Fe, por su contenido teológico, unido a una Solicitud de
Dispensa de Celibato con la particularidad del manifiesto deseo de seguir
ejerciendo el Sacerdocio, en las condiciones actuales, mi vida matrimonial.
…….
“SUEÑOS Y POEMAS SOÑADOS”
Desde las lejanas
latitudes donde los incas alzaron sus ciudadelas hasta las dependencias papales
de la Ciudad del Vaticano.