Otro día nos visitó un
obrero de la agricultura, para llamar a
un Sacerdote que fuera a
su casa y atender a su padre que se
encontraba muy enfermo.
El hombre había venido andando; compró unas
medicinas,
montó conmigo en la moto y nos dirigimos al lugar donde se
encontraba su enfermo padre; llegamos a una encrucijada en
que la moto no podía pasar y, dejando el vehículo
escondido
en un matorral, nos dirigimos andando hasta una
chabola, en
la ribera del río Lurín, allí encontré un
doliente ser humano
que al verme entrar pronunció unas débiles palabras que
apenas pude oír, pero que se clavaron en mi
cerebro y cuya
huella sigue viva:
“gracias, padre bueno, creía que iba a morir sin
la ayuda de
un padrecito, cuando llegue al cielo, voy a pedir
a nuestro
Señor Jesús le pague con creces su visita a este
pobre viejo
que está a punto de morir”.
Yo no tuve la fuerza
suficiente y rompí a llorar y me abracé
al anciano como si fuera
mi padre.
Le confesé, le administré la Unción de enfermos y
el Viático;
no cesaba de repetir la palabra “gracias”; así, cada vez más
débil,
hasta que el cuerpo quedó allí abandonado por su alma
que voló cabe Dios.
Era una chabola de sola una estancia; no vi a
nadie aparte de
él y su hijo.
No había ni una manta, ni una almohada, ni una silla, ni una
No había ni una manta, ni una almohada, ni una silla, ni una
simple tela que cubriera aquel demacrado cuerpo humano
sobre el puro suelo de
tierra y paja.
Un ser humano cuya aureola de fe y amor divino me dio una
lección de humildad, de cariño y amor sublime del más santo
de los santos.
Un ser humano cuya aureola de fe y amor divino me dio una
lección de humildad, de cariño y amor sublime del más santo
de los santos.
Sobre aquella chocita
mísera brilló aquel día la luz
celestial de la Gloria eterna de nuestro Padre
Dios.
La que gozan todas las almas que han vivido en el
suelo de
este Planeta azul y en cualquier otro donde su gente cumpla
los
requisitos más elementales de la voluntad salvífica del
Creador:
1.- la fe envuelta en dudas existenciales;
2.- el abrazo de la cruz y resurrección deJesucristo Redentor;
3.- el hálito invisible del Espíritu
4.- el amor incondicional a Dios y a los demás.
Es un sendero precioso y un caminar seguro con
lospasos que
conducen a la Vida imperecedera; Dios está dentro de todos y
cada
uno de nosotros.
Así de snecillo:_ "morir es tan natural como el nacer"
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