Somos muchos miles de millones de
seres humanos en el
mundo planetario llamado Tierra.
Sabemos que no estamos solos en
el cosmos, porque
existen muchos planetas de
características similares en el
universo.
Con tantos millones de años a las
espaldas, aún no nos
hemos encontrado cara a cara con
estos supuestos seres
semejantes, desconocidos e
inteligentes.
Admitimos el supuesto y la
esperanza del abrazo interestelar.
Aunque la imagen negativa de la
guerra de las galaxias
entusiasma o aterriza a los terrícolas, debemos alimentar la
idea de que ese posible y futuro
encuentro puede y debe
ocurrir de forma amigable y
pacífica.
Estamos acostumbrados a este
clima que respiramos en la
tierra de enfrentamientos
continuos entre grupos humanos,
países, regiones o tribus.
Nos cuesta entender la vida de
convivencia colaboracionista y
complementaria en un ambiente de
cordialidad, comprensión
y progreso continuo y eficaz.
Dada nuestra diversidad
existencial que es una realidad
concreta a la vista, hemos caído en
la tentación de sucumbir al
egoísmo personal de entender
nuestro avance y progreso
cultural, social, económico,
político y religioso, como éxitos
personales que sólo están
completos si llegamos a la cumbre
de ser el más poderoso, el más
rico, el jefe en medio de las
masas humanas de nuestro convivir
cotidiano, en vez de
entenderlo de otra manera:
...nuestro progreso interior, de cualquier clase, está en función
del servicio que
somos capaces de prestar a los demás...
El proceso permanente de la
globalización resulta al final ser
el aplastamiento de las clases
populares, débiles e indefensas
en que se basan las grandes
fortunas de los “más listos, fuertes,
oportunistas” que han logrado dominar a los demás.
Si eres inteligente, culto, hábil
y experto en algo, pon tus
valores a disposición de los
demás; seguro que triunfarás.
Intentamos conocernos por dentro
para que aflore nuestra
riqueza interior en bien del
mundo que nos rodea.
Ser fieles a sí mismo es poner la
felicidad de los demás por
delante de nuestras ideas,
pensamientos, palabras y acciones.
No es más beneficiosa para el
campo el agua de los grandes
surtidores y grandes cataratas, sino el agua humilde
que cala
escondida bajo la tierra las raíces de los generosos mares de
trigo que llega anuestra mesa molido y convertido
en pan.
Siempre me ha sorprendido el
silencio de tantos médicos,
enfermeras, misioneros,
investigadores, científicos, madres,
labradores, militantes sociales y
monjitas que, sin ser famosos,
gastan su vida callada en toda la
faz de nuestro planeta azul.
A todos/as ellos/as la humanidad
debe la mayor gratitud,
aunque ellos/as lo hacen por
motivos superiores que casi nadie
comprende; ellos/as no esperan nada a cambio, porque todo lo
hacen por amor.
Curiosamente son los/as seres humanos más felices aquí.
Todo este cúmulo de misterios
humanos están presentes,
silenciosamente, en medio y
dentro de nosotros; es un
panorama sublime que podemos
contemplar enese valle sagrado
de nuestro
“viaje a nuestro a nuestro interior”.
Dejo en el aire el aroma de sus
vidas, para que cada uno de
vosotros haga una traducción
cercana a su espíritu individual,
donde su auténtico valor puede
adquirir cotas subliminales
dignas de vuestra grandeza personal
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