Otra visita de emoción
humana y sublimidad espiritual, fue la de La Pietá; cuando te encuentras ante
ese bloque de mármol, elegido personalmente por el propio Miguel Ángel, en las
canteras de Carrara, porque vio que, dentro de aquella pieza de 1,75 metros de
altura por 1,95m. de anchura, se encontraba la figura de la Madre, con el
Hijo descansando, sobre sus dulces
rodillas y protegido por la mirada lacrimosa del alma Virgen de su progenitora;
cuánta Piedad hay en sus manos, en su
rostro y en sus labios, y cuanto dolor contemplando a su Hijo muerto.
Miguel Ángel
Buonarroti, con solo 22 años emprendió la obra más delicada y sublime de su
vida; un año de martillo y cincel bastaron para realizar la joya máxima de la
escultura mundial; en sus detalles milimétricos se atisba al artista como
dibujante, pintor, arquitecto y poeta que va derramando los suspiros humanos de su alma en cada molécula de
mármol, mientras cincela espiritualmente aquella mujer que anida en su
mente.
Dos horas, y me quedé
corto, estuve mirando con los ojos del alma más que con los del cuerpo, cada
postura de manos, dedos y pies, cada
pliegue de su toca, vestidos y sudario de la Madre y del hijo; había momentos
en que me daba la sensación de ver moverse sus labios, sus ojos y sus dedos; me
habría quedado allí toda la vida.
¡¡¡ Gracias, Miguel,
por haberla hecho así !!!
Era viernes, 22 de
mayo de 1976; me decidí a pasar la noche, o parte de ella, en la popular Plaza Navonna, siguiendo el
ritmo de la gente que allí se mueve.
A
las diez de la noche comenzaba a verse gente nueva y un tanto extraña por su
forma de vestir, peinarse y comportarse; como ya hemos descrito algunos d leos
aspectos, referidos al espacio físico, fuentes y otros
datos de carácter general, nos ceñimos ahora a seguir los movimientos de de las
personas que, descansando de día, dedican la noche a la amistad, a escuchar
música, a beber, bailar, y conversar con quien se tercie, sobre temas de
política, sociedad, canto y moda, deportes y chismes de grupos y personas.
…….