miércoles, 21 de marzo de 2012

ZITYZEN MODËLICO”, 3



- ¿Hijos de perra? -

Con ello entendí que la rutina le había endurecido lo
suficiente para no advertir el motivo de mis lágrimas espontáneas de ese momento.

Había llamado “hijos de perra” a estos 300 adolescentes sin darse cuenta.

Y me dolió mucho. ¡Muchísimo!

No merecía la pena, pero no pude callar el motivo de mis lágrimas:

“No lloro por mi, señor; lloro por usted. 

Creo que esa es la razón de su fracaso ante estos jóvenes a los que ha ofendido y causado dolor en mi corazón, y esa es la razón de mi éxito con ellos.

No se sienta culpable, porque usted debe llamarles así con tanta frecuencia que ya no se da ni cuenta.”

Me pidió perdón. 
Se rompió la tirantez. 

Y yo  traté de convencerle de que “a palos” no se logra nada de los seres humanos, y  a veces tampoco de los animales. 

Lo que se necesita es un cambio de actitud y trato en las relaciones universales entre todas las personas. 

Los más obligados a este cambio son todos los que ostentan cargos públicos, servidores del Estado; y en cualquier institución privada,
la es una exigencia básica debida a la dignidad de todo individuo y
colectividad.

Loa resultados de la encuesta por escrito y por palabras, fueron clave para la continuación del  plan de aquel 

“Encuentro con Jesucristo y con nosotros mismos”

(este resultó ser el título que ellos quisieron dar a nuestro retiro espiritual).

Sus intervenciones y respuestas me sirvieron de pauta para decirles todo lo que tenía previsto; pero muy adaptado a su sensibilidad juvenil y carcelaria.

 ¡El éxito fue suyo; no mío!.

El esquema y contenido de estos encuentros coincidían en lo esencial.

La diferencia la marcaban los grupos, tan diversos, a los que iban dirigidos.
(continuará)

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