3 - .Lo que viví en
carne propia
Cuando terminado el cuarto
curso de Bachillerato, llegué a mi
casa
familiar, encontré a mi padre,
con cincuenta y cuatro años, enfermo y
a punto de morir; permanecí a
su lado los catorce días que aún vivió,
hasta que, vencido por el
dolor y el imperio de la ley natural, falleció
inclinándose sobre mi pecho y
entre mis brazos.
Querer ahora describir, sería
imposible.
Mis diecinueve años no daban
para tanto.
Tuve la sensación de que el
mundo se hundía bajo mis pies.
Cayó sobre mi como un peso
insoportable que resquebrajaba
hasta los cimientos mi
existencia.
No puedo, ni quiero, ocultar
que estos hechos me marcaron tanto que
los he calificado, sin tapujos
y con toda la crueldad imaginable, como
una “crisis de muerte y de
fe”; la más fuerte que he sufrido jamás.
Fue muy difícil superar
aquella crisis personal, en que estuve
a punto de sucumbir ante el
peso del sufrimiento, depresión y
tristeza interior.
Estuvo en peligro mi Fe, los estudios y mi
vida misma.
Mi recuperación fue posible
gracias al comportamiento, así
como la comprensión y ayuda de
mis hermanos, amigos y los
compañeros de estudios, los
Profesores y, más que nada, una
fuerza espiritual comenzó a
actuar sobre mí, fue como tabla
de salvación para un náufrago
hundido en el océano.
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