jueves, 17 de mayo de 2012

"COMPARTIMOS VIDA Y MUERTE", IX



La operación de coronarias fue un éxito;

Yo salí del quirófano con dos “muellecito” colocados
en la arteria principal expansivos, que evitan siempre
posible obstrucción de estos útiles conductos que, de
los pulmones al corazón,   transportan nuestra sangre
con todo el cargamento de oxígeno y sustancias sanas
y nutritivas que cargan de energía nuestro complejo
organismo.
Después de cinco horas de agonía en carne viva, me
encontré de nuevo en la habitación del Hospital de La
Paz,, el primer Hospital moderno muy bien atendido 
por la Seguridad Social Pública de la Comunidad 
Madrid, y que años antes yo mismo había presenciado 
su cimentación y construcción.

Allí estaba rodeado por mis más íntimos   familiares y
amigos; esas personas que existen cerca de nuestras
vidas, a las que, a veces, no concedemos el valor que
tienen para nosotros, hasta que no llega un momento
tan cruciar como es la frontera entre la vida y la muerte.
Todas las consideraciones hechas, y por hacer, de ese
cotidiano “COMPARTIR VIDA Y MUERTE”, que no
son ni el Uno % de la realidad misma.
Ellos eran conscientes de mi gravedad y posibles fatales
y probables resultados; aunque todos me conocen a lo
largo de toda la vida, sabiendo mi actitud y disponibilidad
ante un hecho  para mi tan natural como la vida misma.

Estas circunstancias de un trance de dolor, incomodidad
y grave peligro, me enseñó a descubrir la grandiosidad,
el cariño, la amistad y la ternura de la gente que tanto
te quiere y que a menudo pasan desapercibidos.

Su presencia y atención esmerada me acompañó durante
el largo tiempo , día y noche, que duró mi hospitalización;
fue así porque me avisaron en el HOSPITAL que había
que intervenir de nuevo para colocarme dos más “titánicos
muellecitos” en otra de mis coronarias.

No es un invento de nadie
la vida, muerte y dolor,
la alegría, amor y sexo,
el sufrimiento, el pavor,
la inclemencia, el trabajo,
el hambre, la incomprensión,
la amistad y el convivir;
no son invento de nadie;
son consecuencias y dones
de nuestra vida terrena
que aceptadas y asumidas,
superadas y vencidas,
dan derecho a vida Eterna.

 Nos hace, sí, vencedores
de esa lucha cotidiana
de los fieles militantes,
que, valientes y sinceros,, 
COMPRTIMOS MUERTE Y VIDA.


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