Soñé
una nube blanca;
pero
rota por tus besos,
deshecha
por tus caricias,
en
millones de gotitas
cristalinas,
que cayeron
sobre mi alma de niño,
sin
cuerpo, muerte ni vida.
¡Fue
tan grande la impresión
de
tu alma sobre la mía!
Me
regalaste este cuerpo
semejante
a tu figura;
y
a tu lado apareció
una
nubecilla oscura.
Volando
sobre los cielos
se
fueron las nubes juntas;
a
los nueve meses justo,
nació
otra nubecilla
de
color entreverado,
que
hasta hoy nos acompaña,
susurrando
a nuestro oído:
“yo
soy vuestra semilla
que
, entre la luz y la sombra,
voy
marcando la hermosura
de
dos amores unidos,
danzando
al ritmo del Cosmos,
en
un abrazo entre estrellas,
del
Sol y la Luna llena”.
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