Laura sonrió, dio un beso cariñoso al
chico, diciendo:
“Sí; pero eso ya no importa; ellos están
muy bien; me han dicho que
tienen muchos deseos de conocerte, y que
les encantaría adoptarte como un hijo; serías mi hermano; ¿te gusta la idea?”
Filos estaba pletórico de tener como
hermana a un ángel, (pensaba, sin decir nada); pero al final no pudo aguantar en silencio y quiso responder a
la pregunta de Laura:
“¡¡Claro,
Laura,..yo...¡vaya....ya ha desaparecido otra vez...
Lo lamento; ¡no debía haber dejado de mirarla!”
Lo lamento; ¡no debía haber dejado de mirarla!”
...... pero no pudo seguir; Laura ya no
estaba; sin él darse cuenta, había desaparecido,...
sin saber cómo.
sin saber cómo.
Se lavó en un riachuelo cercano; comió
unas yerbas conocidas, que
encontró y continuó rumbo a las costas del norte de Chile.
Filos era un chico sano de 13 años,
fuerte, ya acostumbrado a vivir a la intemperie, capaz de
encontrar el alimento hasta debajo de las piedras; yerbas salvajes que él
conocía como comestibles, los gusanos, las culebras, sapos lagartos
y....otros bichejos, podían ser para él tan sabrosos y alimenticios como la mejor
carne de pollo, cui o de conejo; en las estribaciones montañosas de los Andes,
cara al mar, se dan variadas frutas, como naranjas, fresas y ricos maméis,
papayas y aguacates; es cuestión de llegar a tiempo de maduración y
conservación, antes que otros animales y aves las hayan consumido.
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