El
tiempo está tan lleno de anécdotas, que serían muchas las páginas y libros para
contarlas todas. Recordaremos sólo algunas:
En
las tres habitaciones reservadas a Sacerdotes ancianos, enfermos o estudiantes,
como era mi caso, coincidieron conmigo:
Un
anciano Sacerdote vasco, con el que se podían pasar horas y horas escuchando
ideales sociológicos, religiosos y políticos que han estado, están y estarán
siempre sin solucionarse del todo, debido a que los “españoles no comprenden
las aspiraciones ni la idiosincrasia vascas”, decía siempre.
Otro anciano franciscano de Valladolid, que llegó al Perú hacía 60 años y murió allí sin haber vuelto jamás a España.
Hablaba el castellano con pureza y acento vallisoletano, como si acabara de llegar de su tierra y Castilla natal.
Llegó también a la residencia un joven Sacerdote dominico.
Cuando
llegó a Perú, pasó un año en Lima, con el fin de aclimatarse.
En
ese año dio clases de formación complementaria a un niño hijo de una familia
peruana adinerada.
Luego marchó a la selva para trabajar con los indígenas como sus compañeros de la misma Orden de Santo Domingo.
Luego marchó a la selva para trabajar con los indígenas como sus compañeros de la misma Orden de Santo Domingo.
A
los tres mees, afectado por una infección propia de la selva amazónica, quizás alguna picadura, cuyo aciertto de curación no fue posible encontarar.
Ingresó en la Residencia, donde la enfermedad se fue agravando, hasta el extremo de temer por su vida.
Fueron
unas semanas de dolor, para él y para todos los que le rodeábamos; al principio
parecía que iba amorir
con resignación, pero en un momento dado, leoímos
decir
“esto no es justo. Ingresé de niño en la vida religiosa; toda la juventud estudiando y preparando mi futuro misionero; he dejado a mi madre viuda, y vine al Perú cargado de ilusiones de apostolado, y veo que todo ha sido en vano; mi vida es un total fracaso; Dios, de cuya existencia ya dudo, me ha fallado; “no quiero saber nada de nada; no me habléis de Él, nunca más; reniego de todo, de la Iglesia, de la Orden de Predicadores, incluso de mi Sacerdocio y de todos”.
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