martes, 22 de mayo de 2012

FRAMENTOS DE TODA UNA VIDA , 20

Durante el tiempo que estuve y viví hospedado en el Asilo de las las Hermanitas de los Ancianos Desamparados; compensaba mi hospedaje y comida con mi trabajo sacerdotal ejercido con los/as ancianitos/as, predicando, celebrando la Misa de los Domingos y confesando ancianos/as y monjitas.

El tiempo está tan lleno de anécdotas, que serían muchas las páginas y libros para contarlas todas. Recordaremos sólo algunas:
En las tres habitaciones reservadas a Sacerdotes ancianos, enfermos o estudiantes, como era mi caso, coincidieron conmigo:

Un anciano Sacerdote vasco, con el que se podían pasar horas y horas escuchando ideales sociológicos, religiosos y políticos que han estado, están y estarán siempre sin solucionarse del todo, debido a que los “españoles no comprenden las aspiraciones ni la idiosincrasia vascas”, decía siempre.

Otro anciano franciscano de Valladolid, que llegó al Perú hacía 60 años y murió allí sin haber vuelto jamás a España. 
Hablaba el castellano con pureza y acento vallisoletano, como si acabara de llegar de su tierra y Castilla natal.

Llegó también a la residencia un joven Sacerdote dominico.
Cuando llegó a Perú, pasó un año en Lima, con el fin de aclimatarse.
En ese año dio clases de formación complementaria a un niño hijo de una familia peruana adinerada. 
Luego marchó a la selva para trabajar con los indígenas como sus compañeros  de la misma Orden de Santo Domingo.
A los tres mees, afectado por una infección propia de la selva amazónica, quizás alguna picadura, cuyo aciertto de curación no fue posible encontarar.
Ingresó en la Residencia, donde la enfermedad se fue agravando, hasta el extremo  de temer por su vida.
Fueron unas semanas de dolor, para él y para todos los que le rodeábamos; al principio parecía que iba amorir con resignación, pero en un momento dado, leoímos decir

“esto no es justo. Ingresé  de niño en la vida religiosa; toda la juventud estudiando y preparando mi futuro misionero; he dejado a mi madre viuda, y vine al Perú cargado de ilusiones de apostolado, y veo que todo ha sido en vano; mi vida es un total fracaso; Dios, de cuya existencia ya dudo, me ha fallado; “no quiero saber nada de nada; no me habléis de Él, nunca más; reniego de todo, de la Iglesia, de la Orden de Predicadores, incluso de mi Sacerdocio y de todos”.
............

No hay comentarios:

Publicar un comentario