I.- 21.- Egipto es aún más grande.
La nave se elevó algo más, y pude ver que
Egipto era mucho más que esa ciudad tan inmensa que es el Cairo, su capital; su
casi interminable recorrido
siguiendo la corriente del Nílo y sus verdes, unas veces, y desérticas otras,
el respetuoso Valle de los Muertos, que nos arrastra a pensar que no fueron
humanos normales los que tal cosa hicieron, para llegar a creer que fueron
seres extraterrestres los auténticos constructores de esas majestuosas pirámides, llenas de inspiración divina
que dejó impresa en sus hijos terrestres, el sello y firma de su elevada
religiosidad; mamá me dijo, observando mi perplejidad infantil ante la
acumulación de tanto misterio y sabiduría:
“Filos, hijo querido, Egipto es un
ejemplo de florecimiento cultural, nacido, desarrollado y, salvando las
distancias, de la herencia que un día les influyó desde la región cercana en
cuanto a lo geográfico, y tan
remota en el tiempo, de la Mesópotamia a orillas del Golfo Pérsico,
tras la llegada de los Sabios Gigantes, procedentes del punto de referencia
única planetaria de la original Rapa Nuí, que, como tu estás comprobando, no
debemos perder nunca de vista”.
“Sí mamá, desde nuestra breve visita a
dicha Isla, a mi no se me va de la cabeza, aquel lago, aquella pirámide
natural del Te Revaca, y el Triángulo pitagórico, amarillo fuego, que fue para mí fue una visión nocturna como si
fuera una Isla encendida exclusiva para una verbena fantasmagorica en fiestas
populares qué, como no había gente, hubieran prendido sólo para nosotros
cuatro...”
“Filos, no te confundas, ¡sólo somos tu y
yo!”.
“Me restregué los ojos; ¿qué me pasaba
ahora?!
¡Acaso me estaba volviendo majareta ...
..........
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