sábado, 5 de mayo de 2012

"COMPARTIMOS VIDA Y MUERTE", 4


4.- Lo que viví de adulto

Durante los años de ejercicio sacerdotal en tantos lugares del
mundo, tuve que servir de soporte espiritual de muchos seres
humanos, adultos, jóvenes e infantes y de ambos sexos, heridos
de muerte por accidentes, ancianidad o por duras enfermedades
terminales y/o  víctimas de estupefacientes, de la droga o del
alcohol.

Ellos sentían el calor de mis manos, aliviando su frío vital al
apretar con sus débiles fuerzas mis manos en ese trance final
de su existencia, como también el alivio intimo de su alma a
punto de abandonar la frágil materia del cuerpo humano.

Esa experiencia, larga y aleccionadora, me enseñó a portarme
con equilibrio, serenidad y amor sin límites ante las personas,
agonizantes y sus familiares, que en esos precisos momentos,
tanto lo necesitan.

Hay extremos en este escabroso tema, que no debemos obviar
si de verdad deseamos llegar a conclusiones válidas y útiles en
el desarrollo y madurez de nuestra personalidad completa.

Muchos de nuestros/as semejantes, sienten un cierto  miedo al
tratar de abordar estas situaciones; he oído decir a más de uno/a
que no pueden soportar el “yuyo” psicológico que les produce.

He asistido a miles de personas enfermas terminales,  jóvenes,
ancianos y niños, cuya actitud, siendo similar en lo esencial, es
totalmente diferente  en cada uno de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario