Llegaste queda a mi vida,
aquel día de septiembre,
como besando la orilla
el agua del mar rugiente.
Como la aurora durmiente
entre sábanas azules
húmedas por el rocío
desperezándote toda
después de un bella noche.
El verde añil de tus ojos
se clavó en los ojos míosentre sábanas azules
húmedas por el rocío
desperezándote toda
después de un bella noche.
El verde añil de tus ojos
como dos flechas lanzadas
desde un corazón en flor.
Tu fertilidad produjo
frutos frondosos y sanos,
abrigados con amor
de tu vida y de mi vida;
fundidas
en una fragua
de pasión
descontrolada;
por la
voluntad de Dios,
dos almas
enamoradas.
Nadie en
el mundo ha sabido,
ni jamás
comprenderá,
la
capacidad de amar,
con la
fuerza de las aguas
que llegan
libres del mar,
cubriendo
bajo la arena
la
fecundidad que encierran
los besos
enamorados
del Sol y
la Madre Tierra.
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