I.- 22.- Dos cabreros afortunados.
con todo ese lío de monumentos, estatuas,
conceptos e ideas culturales, filosóficas y artísticas del viejo mundo
mediterráneo!?”
Mamá advirtió mi situación y salió al
paso del lío que se me había producido en la cabeza:
“Mira, hijo, estos dos chóferes que ves
ahí, sentados cada uno en su lugar, no son seres humanos, como tú; son robots;
una especie de máquina programada en origen; por eso, esta nave, o cápsula,
como tu la sueles llamar, es
tan segura y viajamos sin las preocupaciones a que tu estás tan
acostumbrado”.
Mamá me acarició el pelo y me dijo:
“Hacemos ahora un giro a la izquierda
para que puedas ver que en Egipto hay otras innumerables maravillas cargadas de
historia, grandeza y obras inmortales; mira bien a tu derecha, y verás esa
hondonada sobre el puro desierto; es otro Valle de los Muertos, similares a los
anteriores, con la diferencia que todas sus tumbas fueron saqueadas en tiempos
aciagos en qué, los buscadores de tesoros, profanaron los sepulcros y robaron
todo el oro y joyas que habían sido enterradas con ellos”...
“Mamá, que cosa tan desagradable; da
miedo estar aquí, en este terreno tan árido y feo”.
“Te voy a contar una pequeña historia;
verás:
en ese agujero entre las rocas y la
arena, hay un pozo profundo al que nadie había bajado durante más de TRES MIL
años; dos cabreros que cuidaban sus rebaños en estos parajes, vieron como una
de sus reses se introducía en el dicho pozo; atado a la cuerda que sostenía uno
de ellos, se agarró el otro y bajó hasta que, sorprendido gritó hasta ser oído
por su compañero...”
Le corté, sin darme cuenta; tal era el
grado de emoción y curiosidad que me embargaba:
“Esto es muy interesante, mamá, se me han
puesto los pelos como escarpias; ¿Qué había visto o encontrado el otro
cabrero?”
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