Estás en el
séptimo cielo o, tal vez, en el 5º sótano del infierno.
Todo era
gozo y bien estar interior y en lo físico.
Puedo
asegurar que no me produjo daño alguno, aparente.
Pero, nunca
más participé ni participaré en algo
semejante.
No
participaré jamás en algo así, ni en algo que pueda parecerme cercano a ello.
Si la frase,
oída con retraso (“es un trago de fuego”), hubiera sonado antes, nunca hubría ingerido tal potingue; ya era inevitable.
¿Qué había
ocurrido?
TODO
FUE SENCILLO, COMO LA VIDA MISMA.
-. hay cosas
que no se aprenden en la escuela;
-. al mejor
escribiente se le escapa un borrón;
-. entre
tantas advertencias y consejos, a nuestros educadores y formadores se les
oculta, involuntariamente, lo mejor;
-. la vida
de cada uno de nosotros es más amplia de lo que hemos aprendido en la Escuela o
en la Universidad, y ni siquiera de cuanto habíamos soñado; esta es la
realidad;
-. cuando
obtenemos el título para trabajar, no estamos del todo preparados para la vida;
-. llevamos
encima más ignorancia e inexperiencia que un “quinto” o novato en las filas del
ejército;
-. de este
asunto nadie y nuca se habló;
-. ni
siquiera supimos distinguir entre
religión y magia, fe y esoterismo; salud, enfermedad; medicina, alucinación y
droga;
Por todo eso
y mucho más, por primera y única vez en la vida, me sorprendí drogado como un
pingüino (si es que se drogan los pingüinos) estúpido, con mis disculpas a los
pingüinos listos.
Fui un auténtico “pardillo” inexperto y feo.
Fui un auténtico “pardillo” inexperto y feo.
Todo
terminó.
Nadie
pidió disculpas por nada.
Todo
había sido maravilloso; pero todos salimos con cara de tontos humanos que han
sido unas víctimas del “modus vivendi” de tantos honrados y sencillos
promotores de excursiones por esos parajes perdidos, que los hay por miles en
la selva andina y amazónica; que,
a pesar de esas encerronas, eran sin duda, unos buenos comerciantes.
Pedimos
desde aquí perdón por el error cometido a quien corresponda, si alguien se da
por aludido; reconozco mi
ignorancia culpable de quien sin venir a cuento, se deja “bailar con la
más fea”.
Atención al
dato, y que os sirva de aviso.
A
las seis de la madrugada llegamos a nuestra pensión de Aguas Calientes, con el
cuerpo, la mente y el alma frías como un “cubito de hielo”.
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