Todo
ser humano tiene el Derecho y el Deber de
procurar su desarrollo y perfección personal: he dicho todo, tú, ella, él, yo...¡TODOS!; Que cada santo
aguante su vela, decimos.
Yo
reivindico, desde la pequeña “huasca” donde se apoyan mis pies, mi pequeño mundo, parte de mi heredad en
el Universo, que es al mismo tiempo mi cama y altar, donde ofrezco mi vida a
cada instante y el ara donde celebro la Eucaristía de mi Santo y Eterno Sacerdocio.
Mi
Sacerdocio.
Yo, sin
merecerlo, lo he recibido como el más valioso don, que, con la vida, me regaló
Dios, mi Papá Eterno, EL,
EL
PADRE Y SEÑOR DE TODO Y DE TODOS, TAMBIEN DE LAS
TRIBUS INDIGENAS DE TODAS
LAS RIBERAS DE TODOS
LOS RIOS, de TODAS LAS GRANDES AVENIDAS, CHABOLAS Y PALACIOS DEL MUNDO UNIVERSO.
EL, EL
GRAN DESCONOCIDO Y OLVIDADO de
tantos hermanos y hermanas que se consideran inteligentes, y
yo creo que lo son; pero
les falta a muchos distinguir el valor de la fe, de dimensiones infinitas, y el valor del complejo conocimiento, con las alas tan
cortas.
Cuanto más sabemos,
mejor descubrimos, también, y somos más conscientes de lo mucho, muchísimo mas,
que ignoramos.
Cuando
subimos a un monte, cada vez vemos más amplio el horizonte, cierto; pero cada
vez con menos nitidez.
Así sucede
en el campo del conocimiento y de la Fe; tengo siempre mi máximo respeto hacia todo el que no piensa o no siente lo mismo.
¡Cómo no
recordar, en mis momentos de tal recogimiento, a nuestro viejo conciudadano y sabio Maimo0nides? (Nació en Córdoba, en el año
1.135/y/murió el 1.204, en El
Cairo); sus obras merecen ser leídas.
El gran
Maestro del pensamiento: nacido cordobés,
formado y forjado en la fragua de las Tres Culturas reinantes en la España de su vida, al calor, en grado
máximo de fundición, proveniente de las brasas culturales de las convivencias
humanas medievales de su
tiempo, la España Judía, Islámica
y Cristiana; estas culturas, como cualquier otras, dejaron por
doquier sus huellas en almenas, torretas y atalayas, en lo socio-político-militar,
y sus bellas Catedrales, Sinagogas
y Mezquitas, en lo religioso, y en
su cotidiana convivencia: todos vendían y compraban los productos necesarios en
cualquier mrecado, sin fronteras; basta pasear y comprobar por las recónditas
callejuelas del Toledo actual, para
cerciorarse de que judíos, cristianos y árabes compartían en menos de un
kilómetro cuadrado todo cuanto todos tenían y necesitaban. ¡Cuánto echamos de menos momentos así!
Nuestro
recordado Maimonides, como tantos otros vivieron esta hermosa como paradisíaca
realidad humana.
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Publicado el
01/06/2.012
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