a Aguascalientes, a la falda del Machu Píchu.
Cuando la
oscuridad de la noche nos impedía ver aquella humanidad diferente a todas las
conocidas hasta entonces, con el alma impactada y el corazón tembloroso,
salimos en silencio de nuestro escondite en aquel rincón bajo los árboles de la
jungla espesa entre la tierra y el agua ribereña del Ucayali, se abrieron
nuestros sentidos interiores para empezar a meditar sobre la verdad sencilla y
eterna de lo sutil y desconocido de los recovecos de nuestro selvático espíritu.
Uno sabe
poco de si mismo hasta que aprendes a ver y descubrir el secreto vivir de otros
semejantes.
Comenzamos a
remar río arriba.
Se hacía
necesario agarrar los remos de la canoa, por turnos de a cuatro, para hacerlo más
llevadero; duró poco este sistema
de ascender por las aguas pluviales; el guía nos dijo que a partir de ya, podíamos hablar o dormir con toda
tranquilidad, y que los posibles peligros de ser vistos y oídos por los
indígenas, habían pasado; hizo una
aclaración sobre el hecho de que esos nativos, que habíamos visto, y tantos
otros, no eran peligrosos, y que
el silencio y anonimato de la vista se debía a la falta de costumbre de ver a
personas extrañas a su tribu; era todo cuestión de prudencia y seguridad.
Por
fin supimos, que las canoas estaban provistas de motor, con cuya aportación, el
viaje a partir de ahí “era coser y cantar”; había sido cuestión de no hacer
ruido y "ahorro de combustible" ¿cómo no?
Como nuestro buen
comportamiento había sido ejemplar, nos tenían reservado un premio y nos lo
iban a dar.
El
misterioso premio estaba a punto.
Las canoas a
motor se desviaban de la ruta ya conocida y se dirigieron hacia la ciudad Pucalpa, capital del
Departamento; esta ciudad se encuentra en la confluencia, ya cercana, de los límites entre Bolivia y Perú, los dos Países que comparten los Andes Sagrados, el Lego Titicacaca, parte de las cumbres nevadas y el Atiplano del Collao.
Antes de
llegar a Pucalpa, había un pequeño poblado, donde vivía gente normal a primera
vista; los guías nos indicaron que bajáramos de las embarcaciones y, con
palabras reservadas, nos dijeron:
“lo que
vamos a proponerles, es un asunto privado de estas gentes; nos están esperando
para tener una reunión un tanto especial .
“Seguro que
habrán oído ustedes, alguna vez,
hablar sobre el >ANAHUASCA<(esta fue la palabra utlizada o así oída por nosotros, o >CAAPI< (que se dice en
Brasil), o >NATEMA< ( en Ecuador), o >YAJÉ< (en Colombia).
Lo propio en Iquitos y selva peruana es >AYAHUASCA<.”
Algunos
asintieron con la cabeza, pero la mayoría no teníamos ni idea.
Y ellos
clarificaron algo el tema:
...........
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