lunes, 4 de junio de 2012

MACHU PICHU Y EL CIELO, XXV

Sorpresa selvática en el viaje nocturno del regreso 
a Aguascalientes, a la falda del Machu Píchu.

Cuando la oscuridad de la noche nos impedía ver aquella humanidad diferente a todas las conocidas hasta entonces, con el alma impactada y el corazón tembloroso, salimos en silencio de nuestro escondite en aquel rincón bajo los árboles de la jungla espesa entre la tierra y el agua ribereña del Ucayali, se abrieron nuestros sentidos interiores para empezar a meditar sobre la verdad sencilla y eterna de lo sutil y desconocido de los recovecos  de nuestro selvático espíritu.
Uno sabe poco de si mismo hasta que aprendes a ver y descubrir el secreto vivir de otros semejantes.

Comenzamos a remar río arriba.
Se hacía necesario agarrar los remos de la canoa, por turnos de a cuatro, para hacerlo más llevadero;  duró poco este sistema de ascender por las aguas pluviales; el guía nos dijo  que a partir de ya, podíamos hablar o dormir con toda tranquilidad, y que los posibles peligros de ser vistos y oídos por los indígenas, habían pasado; hizo  una aclaración sobre el hecho de que esos nativos, que habíamos visto, y tantos otros, no eran  peligrosos, y que el silencio y anonimato de la vista se debía a la falta de costumbre de ver a personas extrañas a su tribu; era todo cuestión de prudencia y seguridad.
Por fin supimos, que las canoas estaban provistas de motor, con cuya aportación, el viaje a partir de ahí “era coser y cantar”; había sido cuestión de no hacer ruido y "ahorro de combustible" ¿cómo no?
Como nuestro buen comportamiento había sido ejemplar, nos tenían reservado un premio y nos lo iban a dar.
El misterioso premio estaba a punto.

Las canoas a motor se desviaban de la ruta ya conocida y se dirigieron  hacia la ciudad Pucalpa, capital del Departamento; esta ciudad se encuentra en  la confluencia, ya cercana, de los límites entre Bolivia y Perú, los dos Países que comparten los Andes Sagrados, el Lego Titicacaca, parte de las cumbres nevadas y  el Atiplano del  Collao.
Antes de llegar a Pucalpa, había un pequeño poblado, donde vivía gente normal a primera vista; los guías nos indicaron que bajáramos de las embarcaciones y, con palabras reservadas, nos dijeron:
“lo que vamos a proponerles, es un asunto privado de estas gentes; nos están esperando para tener una reunión un tanto especial .
“Seguro que habrán oído ustedes, alguna vez,  hablar sobre el >ANAHUASCA<(esta fue la palabra utlizada o así oída por nosotros, o >CAAPI< (que se dice en Brasil), o >NATEMA< ( en Ecuador), o >YAJÉ< (en Colombia).
Lo propio en Iquitos y selva peruana es >AYAHUASCA<.”

Algunos asintieron con la cabeza, pero la mayoría no teníamos ni idea.
Y ellos clarificaron algo el tema:
...........

No hay comentarios:

Publicar un comentario