domingo, 3 de junio de 2012

MACHU PÍCHU Y EL CIELO, XXIV

Reivindicación desde mi “huasca” (roca)

Todo esto lleva consigo el retroceso y la pérdida de riqueza  material,  cultural y religiosa  de  largos periodos de esfuerzo y trabajo de las  generaciones enteras convertidas en cenizas y basuras humanas.
Si la dinámica que todo ser humano, antes, ahora y siempre, esta centrada en perseguir sin tregua el fin primordial de su existencia: la FELICIDAD,

¿ Cómo es posible que el mismo ser humano sea su propio verdugo, aniquilando con  su conducta egoista y cruel su propia capacidad innata de conseguir ese objetivo vital?
 En aquel edén había una familia feliz viviendo en la armonía de la naturaleza y la voluntad del Creador.
Doy testimonio de lo que vieron mis ojos hace ahora 50 años. Lo juro. Y no miento.
Se que muchas de esas Comunidades indígenas que vivían en la selva sudamericana han sido “rescatadas y colonizadas” por sus respectivos gobiernos y otros programas de desarrollo internacional.
Se que muchas zonas de la amazonía ya son aldeas y pueblos que disfrutan de la civilización, la cultura de  motricidad, la televisión, la escuela y el turismo.
Se que muchas comunidades han perdido todo y son víctimas del hambre de los pudientes por su madera, sus variados minerales y su mano de obra barata.

Reivindico para esos pueblos, a los que dediqué los primeros años de mi recién estrenado Sacerdocio sin esperar nada a cambio:

. respeto, honradez y justicia;
-. que nadie rompa su idioma, su cultura y su fe;
-. que todos valoren su derecho a un amor familiar y       comunitario;
-. si alguien desea ayudarle, lo haga desde la propia dignidad y la de ellos con el reconocimiento de una igualdad recíproca;
-. que vaya a darles lo que les falta y no a quitarles lo que tienen;
-. que no se les utilice para medrar;
-. que se les reconozca el derecho a ser felices;
-. que se les reconozca tal cual son;
-. que no se les anule en el concierto de los pueblos libres;
-. que nadie altere sus vidas llenas de libertad, paz y bondad.

La visita a las comunidades indígenas anónimas de las riberas del Ucayali cambiaron mi vida para el resto de mis días.
Que El sea bendito en ellos.

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