Ante un
futuro incierto?
“Que un
Emmo. Cardenal te escoja para una misión pastoral de una proyección
Arquidiocesna y nacional, significa que ya tienes el futro resuelto y asegurado, como miembro de
la Jerarquía de la Iglesia Católica;” palabras textuales del Padre Úlpiano.
Este
hecho iba a ser para mi un motivo
de preocupación permanente a la hora de tomar iniciativas de vida futura
acordes con la trayectoria trazada en mis objetivos teológicos personales, pastorales y eclesiales.
Lo que había
ya conocido dentro de la vida eclesial, no coincidía del todo con mis
planteamientos y las aportaciones con que deseaba servir a la Iglesia que
Jesucristo había fundado. SEGÚN EL EVANGELIO.
Tenía la
sana impresión de que a lo largo de estos VEINTE siglos de tantas luchas,
discusiones, herejías, conflictos y condenaciones doctrinales, debilidades y
abusos de poder, manipulación frecuente del Evangelio, errores y aciertos sin
reconocer, abundantes corrupciones de vida y autoridad.
Todo ello junto y muchas cosas que, al menos
entre nosotros, los que nos empeñamos a VIVIR EL EVANGELIO AL DESNUDO, no son
ni comprensibles ni aceptables.
Ordenado
Sacerdote en pleno desarrollo del Concilio Vaticano II bajo los aleteos del
Espíritu Santo, (el de la convocatoria sorpresiva de “abrir la ventana con el
fin de que entre el aire fresco a la Iglesia” /que dijo en su día el PAPA
BUENO, que ya había notadoe el olor a podrido cuyo ambiente ya se había vuelto
irrespirable e inhabitable/), había producido en mi ser la inquietud sincera y
definitiva de “VIVIR EL EVANGELIO” a fondo; por encima de cualquier otro
interés humano, social y eclesiástico.
Estaba
convencido de que los nuevos hombres de la primitiva nueva Iglesia, nacida del Vaticano
II, había desaparcado para siempre la verticalidad de sus prácticas clericlales, para
abrirse al diálogo sincero, a la hora de PONER AL DIA la verdadera iglesia al
desnudo que Jesús nos dejó al pie de la Cruz en el Calvario.
Estaba
ilusionado de llegar a contemplar a Jesucristo saliendo otra vez del Sepulcro, (se lo
había prestado su amigo de Arimatea), Vivo y Resucitado para recorrer de nuevo
los caminos de la Tierra, con la verdad
y libertad como bandera de este nuevo amanecer de santidad y
autenticidad de vida consagrada en el:
AMOR,
la GENEROSIDAD y la
COMPRENSIÓN, en las relaciones
humanas de todos los hermanos miembros vivos del Cuerpo Místico sin distinción
de razas, ideas y otras diferencias y costumbres.
Estaba
esperanzado en ver hecha realidad la palabra paulina de que “Dios quiere que
TODOS se salven y vengan al conocimiento de la Verdad”; es todo un ideal de vida consagrada desde la vida misma.
Había muchas
cosas que yo deseaba decir, hacer y escribir en defensa de esta nueva situación
que las noticias del Concilio nos iban a seguir trayendo.
No
era el momento de negarme a algo que, según mi sincero criterio, era la voluntad
de Dios para mi en esas circunstancias.
Preparé mis
cosas, y me dispuse a obedecer y viajar “con mi música a otra parte”.
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