(Oído en Rapa Nuí)
Responde la
esposa:
“¡No grites, esposo mío,
pueden oír los vecinos!
¿¡sSi yo quisiera gritar
como tán bien lo haces tú!?
Te has olvidado de mi
cuando más falta me hacías;
no tuviste nunca en cuenta
todas mis noches vacías,
los dolores de mis partos,
tantas lágrimas vertidas,
sufriendo tus borracheras,
tus olvidos, tus abusos,
tu inconsciencia, tus bravuras
y tu falta de paciencia.
Tu ,no tienes que matarme;
hace tiempo que estoy muerta;
he aguantado bastante,
tus insultos, desconfianzas,
tus recelos y tus trampas.
Ya me abandonó la fuerza
gastada de tanto amor;
logrando que nuestros hijos
crezcan sanos, vigorosos,
respetuosos con su padre,
al que jamás ofendieron,
ni faltaron al respeto.
A pesar de mis heridas,
sigo pidiéndole al Cielo:
que vivamos muchos años
viviendo bajo este techo:
Yo no se vivir con nadie,
que no seas tu, ¡mi verdugo!
ya no me importan tus celos;
sólo me importan tus huesos,
tus músculos y tus besos.
Con este amor invisible,
cuyo valor no sabemos,
¿por qué nos mantiene unidos,
en el tiempo perdurando?
Somos dos polos distintas,
y, por eso, imantados,
con la bendición de Dios
amor eterno gozamos.”
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