domingo, 22 de abril de 2012

FRAGMENTOS DE "TODA UNA VIDA" 7


Estos días en Madrid tenían otra finalidad:

- Conseguir el pasaporte para salir de España que era válido para visitar todos los países del mundo menos los de la Unión Soviética (así rezaba en el propio documento).
- Obtener un certificado médico que garantizara el buen estado de salud del sujeto que iba a viajar.
- Estar en posesión de un certificado de buena conducta y no tener antecedentes penales. 
- Firmar el Documento Eclesial por el que el Sacerdote debería comprometerse a estar cinco años en el país de misión;
- La firma del Obispo español que cedía el Sacerdote autorizándole a viajar;
- La firma  del Obispo de la Diócesis receptora y que incluía la obligación de procurar sustento y trabajo al Sacerdote que recibía;
- La firma del Director nacional de la OCSHA.
Todo convenientemente preparado, se fijó una fecha, la que la compañía Iberia registraba en el billete: el día 8 de marzo de 1962.
Despedida en el “Vasco de Quiroga” y de la Parroquia de San Ginés.

A las 8 de la mañana, yo estaba en las oficinas que Iberia tenía en la Plaza de Neptuno. Un autocar trasladó a los pasajeros hasta el Aeropuerto de Barajas. Tras los trámites rutinarios de embarque y una corta espera, fueron llamados para dirigirse a la pista de despegue. Se da por supuesto la seguridad  de un vuelo normal de aviación. Con ello se cuenta; pero una Padrenuestro y un “San Rafael, llévanos y tráenos como tu sueles hacer” se hace inevitable. Subir a un avión por primera vez en la vida, pone un nudo en la tripa al “más pintao”. La suerte estaba echada y el 797 de Iberia despegó. Nuestro misionero se había despedido de España inclinándose al pié de la escalerilla, y, dando un fuerte beso empapado en lágrimas de emoción, expresó sus sentimientos de amor patrio diciendo aquello de: 
         
“Adios, mi España querida, 
dentro de mi alma te llevo metida;
 y aunque soy un emigrante, 
jamás en la vida yo podré olvidarte”.

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