(... y
les dije):
“¡Bueno,
bueno, chicos; no discutáis!
Yo
me he confundido; son Moáis; pero los
moais son
muy grandes y estos que vosotros estáis colocando
aquí son tan
pequeños que apenas se les ve!”
Intervino
el tercer niño:
“No
crea; me contó mi abuelo, antes de
morir, que su
abuela le había contado, cuando él era pequeño, que
esos moais
tan grandes, son como los juguetes de los
antiquísimos gigantes que vivieron en esta Isla, hace
miles de años; los manejaban igual que nosotros hoy
movemos estas
vigilantes; imagine que una hormiga
tuviera que mover un moai nuestro; seguro
que no
podría...¿...no? ¡
pues... lo mismo nos pasa a nosotros,
si quisiéramos mover un moai grandote!...¿entiendes?”
“puede
ser...”le respondí resignado.
Les
agradecí la información, les dije:
“chao, muchas gracias, ya
volveré por aquí otro día”.
Llevo
CINCUENTA AÑOS, dando vueltas
en mi
cabeza a esa teoría ancestral de aquellos niños, herederos
de la sangre
polinesia y de esas historias o imaginaciones
de otros tiempos.
¿Acaso
no hemos leído cosas similares en los libros
mitológicos griegos sobre gigantes,
atlantes, titanes, hijos
de los dioses que bajaron a la tierra y se mezclaron
con
las mujeres y los hombres de este mundo, según relatos
babilónicos y
bíblicos?
Me
contaron mucho más....!
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