Habíamos
viajado en Iberia.
A partir de
Caracas otra compañía aérea, Air France, nes condujo a Colombia; el vuelo sobre
Maracaibo resulta un espectáculo natural de categoría superior:
¡ selva - agua - cielo, agua – cielo – selva, cielo - selva - agua!
¡ selva - agua - cielo, agua – cielo – selva, cielo - selva - agua!
Al acercame
a Bogotá, yo tubo la impresión de estar sobrevolando la vega de mu Granada,
cuyo parecido con la ciudad española, con su círculo montañoso y su corona de
nieve, es como un cromo.
Se hospedó
en casa de un matrimonio del centro de la ciudad, Alberto y Gladis; le
recibieron con unos tamares deliciosos, un vino de Valdepeñas y batidos de
frutas variadas; en la conversación, ellos, aparte de hablar sin parar de las
bellezas de España a la que acababan de visitar, sacaron el tema político de
Colombia comparando con el de
nuestro país:”.
Me alegró
mucho saber que ellos habían sido alumnos también del P. Ulpiano en la
Universidad Pontificia, la Javieriana de Bogotá.
Agradecí su
hospitalidad, debida a la amistad que mantenían con el buen Moralista que les
había avisado de mi llegada; ellos me rogaron que llevara sus saludos y
gratitud al mismo, que me estaba esperando en Lima.
Un detalle
que llamó vivamente mi atención fue la pulcritud y pureza con que se habla el
castellano en los ambientes cultos de Colombia y el gracejo de sus expresiones
de vocablos y giros cervantinas del castellano antiguo; lo que nos lleva a
pensar que su memoria histórica de nuestro común idioma, es mejor en Colombia
que en España.
Fue
gratificante y consolador ver tanta amabilidad y buena acogida de personas tan
lindas como Alberto y Gladis.
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