sábado, 21 de abril de 2012

FRAGMENTO DE "TODA UNA VIDA",6

 De pronto, alguien dijo:
  
“¡ Mirad, tierra americana! ”


Estábamos llegando al Caribe. 
Se nos salían los ojos de las órbitas. 


Las Islas caribeñas, que, hace hace más de quinientos años ,recibieron y sirvieron de tanto asombro a nuestros antepasados Conquistadores, nos ofrecían ahora a nosotros su belleza y temperatura propias del Paraíso. 


Estábamos aterrizando en la Perla del Caribe: Puerto Rico. 


Cuando en la mañana salía de Madrid hacía frío. 
La forma de vestir en Madrid era de invierno, por lo que bajo la sotana llevaba una camiseta de invierno; en el avión con el aire acondicionado se viajaba a gusto; pero cuando se abrió la puerta y salió a la escalera un calor sofocante  le abrazó de forma que cuando puso pie en tierra, sudaba como un botijo en verano;odavía andaba hacia la salida del aeropuerto de San Juan, cuando le sorprendió un amigo puertorriqueño que había estado viviendo con nosotros en nuestro Seminario Mayor de Guadix en Granada; se había enterado de mi llegada a Puerto Rico y no lo había dudado; fue a recibirme; era un seminarista de la Diócesis de San Juan,  y para mi un buen ángel protector de alma blanca, aunque el  era de color negro; nos dimos un abrazo fuerte, y, al verme sudar, no dudó en la solución más inmediata y cercana; nos tomamos un jugo de coco de casi medio litro; remedio de santo. 


Me invitó a comer a casa y dimos una vuelta por el viejo, y al mismo tiempo radiante y limpio, del San Juan que habían construido y habitado los muchos españoles antecesores de sus actuales pobladores...

No hay comentarios:

Publicar un comentario