martes, 17 de abril de 2012

FRAGMENTO DE "TODA UNA VIDA", 6

Forjadores  y aventureros.

Cuando finalizaba la Misa s mezclaba con la gente 
para escuchar sus penas, preocupaciones, alegrías 
y problemas laborales y familiares.

Por esos años la situación económica en España 
obligaba a muchos trabajadores a emigrar a países 
europeos, sobre todo en temporadas de las  
vendimias y en tareas industriales y forestales.

Este joven Sacerdote,  José María Sánchez Arias, 
se inclinó sobre estos trabajadores y se prestó 
a colaborar con las gestiones de tramitación de 
pasaportes y demás documentos de emigración, 
a lo que ellos no estaban acostumbrados; D. José 
María, dedicaba gran parte de su escaso tiempo a 
escribirles papeles, acompañarles ante todos los 
organismos oficiales, incluso aportarles algo de 
dinero, cuando alguno no tenía  fondos para ello.

Yo dedicaba muchas horas a colaborar con él 
y ellos en todo lo referente al relleno de impresos  
 así como la atención de actas en los Libros 
parroquiales de Bautismos, Matrimonios, 
Defunciones y reparto de alimentos para la 
gente necesitada que, a través de Cáritas, llegaba 
desde Estados Unidos a nuestro País.

Las necesidades espirituales de aquellas almas 
se mezclaban ineludiblemente con las necesidades 
urgencias de sus cuerpos.

Para mi fueron tiempos de aprendizaje directo en 
contacto de la tarea apostólica que llena el tiempo, 
la preocupación y la vida de un buen Sacerdote 
ante Dios y ante los hombres.

Con José María vivií momentos de gratos recuerdos.

Ponemos dos ejemplos entre tantos,,,:

       1. -  Le gustaba mucho la caza.

Yo había sido cazador hasta los 18 años, pero a
esa edad empecé a sentir lástima de los animales, 
y ya no cazaba.

Cuando tenía 7 años disparé una escopeta por 
primera vez; lo recuerdo porque la fuerza del d
isparo me despidió hacia atrás y acabé en el 
suelo; a partir de aquel momento, no me volví a 
caer, ya que todo era cuestión de colocación y 
prevención  corporal; muchas mañanas mi madre 
me decía:

“Pedro, coge la escopeta y  me traes uno o dos 
conejos, para freirlos, mientras yo hago las migas”

Y Pedro, yo, tardaba en volver una media hora; 
teníamos el monte a 500 metros, y la caza era 
muy abundante; una buena solución alimenticia 
de muy primera necesidad; allí y entonces no 
existían las carnicerías, aparte de las piezas que 
lográbamos en el monte, la campiña y barrancos.

Los chicos de aquellos cortijos lo hacían sin peligro, 
porque los propios padres preparaban a sus hijos en 
este arte de cetrería, práctica y segura a la vez.

Ambos clérigos, sin despojarse de sus hábitos, con 
la escopeta en ristre, subidos en la moto, nos 
echábamos al monte a recorrer rastrojos, cuando 
anochecía; yo conducía la moto y José María portaba 
la escopeta, apunto para disparar cuando salía un 
conejo, una liebre 
o perdices con la ayuda de la ráfaga de luz de la 
propia  moto; y, aunque a veces fallaba, el resultado 
de caza estaba garantizado; nunca volvíamos de 
vacío.

Era algo divertido y útil, especialmente en tiempo 
de verano y otoño.

2.--Otro día de primavera, emprendimos viaje a la  
ciudad y capital de Provincia de Almería:

En vez de tomar una carretera conocida, como 
hubiera sido la carretera general de Venta Quemada, 
Chirivél, Vélez Rubio, Puerto Lumbreras y Almería,
tomamos la dirección de Baza, Caniles, Purchéna, 
Olula del Río y Macaél, el Famoso pueblo del 
Mármol blanco; en la parte superior del pueblo salía 
una carretera para cruzar la Sierra rumbo a la capital 
almeriense; pero con tan mala suerte que se acabó 
la calzada asfaltada, y por no v0olver hasta Olula y 
retomar la ruta de Cantoria, Albóx Cuevas de 
Almanzora,  y Vera hasta Almería, se echaron la 
moto a hombros, anduvieron cuatro kilómetros 
pisando gravilla y arena, hasta que dieron con camino 
firme que les permitió subir de nuevo a la Montesa y 
llegar, todo cubiertos de polvo hasta los ojos y
los zapatos destrozados, a la Capital del Indálus.

Nunca recuerdo qué fuimos a ver o hacer en Almería; 
quizás lo único que pretendíamos era darnos un paseo; 
pero el resultado fue una pesadilla d entuertos.

La vuelta fue más tranquila y por la ruta más normal de 
Almería hasta Puerto Lumbreras v Venta Quemada.

De este amigo Sacerdote, Párroco entonces de las aldeas 
de Matián, Tarifa, Venta Quemada y Vertientes, 
volveremos a hablar mas adelante, y por diversos motivos.


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