AQC,
0974, lunes, 20--III-2017
ASÍ
OCURRIÓ, 14
Guardé
el sobre en el bolsillo, para abrirlo cuando llegara al colegio, evitando que
nadie supiera cosa alguna de esta delicadeza providencial que, sin saber su
cuantía me había alegrado, tan generosamente el día; pasé la mañana en las
clases de la Universidad, volví a comer con mi familia, impartí clases a mis
alunn@s, de Primaria y Adultos de la
tarde y noche, cenar en casa y, con tanto ajetreo y constante compañía, me eché
a dormir para recuperar tanto sueno. cansancio y sufrimiento acumulado.
Recordé,
al despertar, que tenía en el bolsillo un sobre, lo abrí, pensando en el donativo
modesto que aquella buena mujer, a la que sólo
conocía por la voz, me había dado ´los escasos ahorros de que disponía:
vinieron a mi imaginación otras mujeres que, en otros tiempos hicieron algo
parecido que ahora esta hacía por mí; aquel puñado de harina, con el que una mujer, viuda y pobre, alivió el
hambre de Elías, el profeta de fuego, en Sarepta; o aquella otra, que depositó la única
monedita, que le quedaba para comer, en la bolsa de las ofrendas y los ricos echaban grandes cantidades de lo que
les sobraba; la historia está llena de “ricos
Epulones”, que banquetean y
despilfarran, mientras al pié de su mesa, el “pobre Lázaro” espera a que caiga
un migaja de la mesa.
Lamento
haber prejuzgado a la anciana y a los adinerados de forma colectiva, por
aquello de que “es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos que
un camello pase por el agüero de una aguja.”
No
podía creer lo que veían mis ojos; en aquel sencillo sobre, sin pegar, ni
firma, había CIEN MIL PESETAS, de curso legal que. en aquellos años, era mucho
dinero, y. en mi caso y circunstancias, suponía la salvación de mi recién
nacido Colegio en que podrían seguir escolarizados mis alumn@s, aunque muchos
no podían pagar su recibo mensual.
El sobre se quedó vacío aquella misma tarde; la
calle Antonio Méndez, ya estaba asfaltada; el constructor, sus hijos, y yo,
olvidamos las palabras acaloradas u salidas de tono, cuando se contaron, uno a
uno, los cien billetes y tuvieron la gentileza de reducir la deuda al darla por
pagada en su totalidad, cuando la deuda ascendía, ya a las
ciento veintiséis mil; debieron pensad, que yo habría pedido, aquel dinero, al banco o a un amigo.
Mientras
ellos habían logrado cobrar y podían dormir tranquilos, yo la daba mil mil vueltas, sin poder comprender, la
coincidencia, el misterio o la providencia. de aquella donación; intenté
localizar a la donante, para agradecer el gran favor recibido; miraba con
atención a las señoras viejitas, entre las que frecuentaban el templo,
esperando una mirada, una sonrisa, un saludo, por los que reconocer o
sospechar, al menos quién era ese ángel, son alas o con ellas.
Llegué
a pensar que podía ser alguna anciana, familiar o amiga del Notario, por ser
este la única persona, aparte de mi bienhechor de Granada, que conocía mi deuda
y delicada situación empresarial y pedagógica, por lo que alguien había querido
defender, de forma anónima,
el derecho de aquell@s primer@s alumn@s del Colegio “Isabel Rosillo-Santo
Ángel”, del que, en este año de 2017, estamos celebrando el CINCUENTNARIO de so
inicio y fundación; ignoro la eazón de muchas cosas que, sin yo merecerlo, han
sucedido dentro y fuera de este humilde y tan querido por todos Centro de
Educación.
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