jueves, 2 de marzo de 2017


AQC. 0964: ASÍ OCURRIÓ, 02:

Yo había viajado a España, al finalizar los cinco años fijados en el convenio de servicio apostólico, firmado por mi Obispo de origen, Guadíx-Baza,  Rafael Álvarez Lara, Juan Landázuri Rocket, Cardenal y Arzobispo de Lima, por  el presidente de la Obra de  Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana, Miguel Garrigós y por mi.
El Cardenal me había enviado, dentro del tiempo convenido y yo debería volver a Perú, el uno de Julio/ de 1967, una vez realizado un curso de Teología y Apostolado Seglar, y hacerme cargo de la Misión de la nueva Diócesis de San Pedro de Lurín, tras  mi consagración  episcopal.

Por esta razón, manifesté al señor Bruno mi obligación de solicitar la autorización de mis superiores, con la intención de fundar el colegio, dejarlo funcionando y volver a la Misión, en Perú; lo que puse en marcha y esperé a conseguir las oportunas cartas.
A finales de junio, pude dar la respuesta al generoso y sensible constructor que, con toda rapidez, habilitó unas aulas provisionales, en los bajos números de la calle Fuego, nª 27, e Isabel Rosillo, números 1 y 38, entre tanto se construía el edificio definitivo del Centro Educativo, Jardín de Infancia, Preescolar y Primaria.

El día 1 de septiembre, abrí un plazo de matrícula, solicité la Licencia Municipal de Apertura al señor Alcalde de la Villa de Alcobendas. Don Garrido Gómez Garivay, mientras se diligenciaba la autorización ministerial en tiempo y forma reglamentaria.
Cuando decidí la fundación, comuniqué al señor Bruno que, si él aceptaba con gusto, el nombre oficial del nuevo educativo sería el de “ISABEL ROSILLO”, el nombre de su difunta esposa y madre de sus tres hijos; algo que siempre me agradecieron.

Durante ese mese mes de septiembre. Escribí a un compañero y amigo del Seminario, que había estudiado la carrera de Maestro, y aceptó mi invitación, me ayudó a recoger el regalo de las religiosas del Sagrado corazón, que asistían conmigo a las clases de liturgia en el Instituto Superior de la Universidad de Salamanca en Madrid, en el distrito universitario de la Complutense. 

Como misionero del Evangelio, no había cobrado ni un céntimo, como Sacerdote, por mi trabajo apostólico, lo mismo que hecho hasta hoy, por aquello de “dar gratis, lo que gratis habéis recibido”; yo vivía con una beca del Instituto de Cultura Hispánica.
Tuve que pedir prestadas1000 pesetas, a mi hermana, para pagar el trasporte de unos pupitres usados por el Colegio de la calle Martínez Campos hasta Alcobendas, que tenían almacenadas en el antiguo Salón de Actos, ahora convertido en garaje, del que, bajo los escombros derribados por una bomba de la guerra en el tejado, sacamos los 40 pupitres y un viejo piano, que aún conservo.

Recibida la Licencia de Apertura del nuevo Alcalde, Tomás Páramo Rodríguez que fue el sustituto de Don Garrido, que murió por esos días, abrimos las puertas del centro a lo 34 primeros alumnos-alumnas, 17 de Preescolar y 17 de Primaria, en régimen privado y como educación doméstica; a las nueve A.M. del día 9 de octubre de 1967.

Desde el primer momento estuvieron a mi lado mo amigo Antonio Gómez Martínez, de Hernán Valle Granada,  y la señorita Pilar Urrea Alonso, natural de la ciudad de Burgos.

Es imposible traducir, con nuestras palabras, el gozo y la alegría, con que ellos y yo, nos entregamos a aquellos 34 niñas y niños, que eran la primicia de nuestra vocación 

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