viernes, 10 de marzo de 2017


AQCC., 0968.. Viernes,

ASÍ OCURRIÓ, 08:

Ante esa situación, entre las lágrimas de mi madre y la cordura de mi padre, hice una afirmación que, sin ánimo de quebrantar el respeto de hijo, demostraba la fortaleza de mi más firme convicción:

“Si no me dejáis estudiar, me marcharé de casa, cuando llegue a la mayoría de edad; os quiero mucho, pero deseo buscar y encontrar mi Padre del cielo, el Gran Desconocido de todos; por eso ingresaré en un convento, donde el estudio, la oración y el silencio me ayuden a lograr lo que creo que s lo más importante de mi vida; nunca os olvidaré.”
Los tres nos abrazamos, llorando, cuando llegó mi amigo Ángel:

“Ha dicho mi tío que les espera esta tarde, a las seis, porque quiere explicarle todo lo que hay que hacer para que Pedro estudie la carrera de cura; ha dicho me madre que te vengas a comer conmigo.”

El encuentro con esta otra familia, puso a mi disposición los medios económicos, que mi familia biológica no podía proporcionarme porque, “al ser cinco hermanos, no mes es posible pagar cinco carreras” (fue la explicación que dio mi padre, al aceptar la ayuda que se nos ofrecía, tan generosamente).

Ambos hermanos, Juan y Nieves, se comprometieron ante mis padres, a poner todo lo necesario; Juan pagaría los estudios, de principio a fin y Nieves haría las gestiones para mi ingreso en el Seminario, estaría siempre pendiente de comportamiento y,  con su hijo y marido, ambos con en el nombre de Ángel, serían los Padrinos de mi Ordenación Sacerdotal y celebración de mi Primera Misa Solemne, al final de carrera.

Todo esto ocurría el 5 de agosto de 1949; fue una año en que viví acontecimientos tan diversos como asistir a las Fiestas patronales de San José, 19 de marzo en la aldea vecina de Venta Quemada, a la que asistimos todos los hermanos; nos hicimos unas fotos , entre  nosotros y con las cinco hojas de una familia, que trabajaba las tierras de mis padres; una de ellas, de mi misma edad, se hizo una foto conmigo, ya que, entre la broma y la verdad, “éramos novios de mentirijilla” (así se decía en mi tierra); el día 13 de mayo, de ese mismo año, con ocasión de la visita de una imagen de la Vírgen de Fátima, en una campaña nacional, a todas las parroquias de España, confesé y recibí la Eucaristía, por segunda vez en mi vida; sentí, con una fuerza inusitada, la tercer llamada a la vida consagrada, al día siguiente, en la soledad de mi oficio de pastor, rompí aquella foto de enamorado infantil.

El día 10 de agosto comencé unas clases con el Párroco, Don Francisco Montellano, como preparación inmediata para el ingreso en el Seminario.

El 16 de octubre, viajé de noche con mi padre, trasportando a pie, el pequeño ganado, para vender las reses en el mercado semanal de Chirivel, pues con mi marcha, ya no era posible mantener la custodia y guardería de aquellos mis queridos animales; el día 20 de octubre, lunes, el Párroco y mis padres me acompañaron hasta Guadix e ingresé, por fin, en el centro de estudios, en el que pude realizar lo más grande e importante de mi vida; la que siempre he considerado ser un milagro viviente, de principio a fin.

Como veremos, oeurríeron cosas que lo confirman con evidencia comprobada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario