AQCC., 0968.. Viernes,
ASÍ OCURRIÓ, 08:
ASÍ OCURRIÓ, 08:
Ante
esa situación, entre las lágrimas de mi madre y la cordura de mi padre, hice
una afirmación que, sin ánimo de quebrantar el respeto de hijo, demostraba la
fortaleza de mi más firme convicción:
“Si
no me dejáis estudiar, me marcharé de casa, cuando llegue a la mayoría de edad;
os quiero mucho, pero deseo buscar y encontrar mi Padre del cielo, el Gran
Desconocido de todos; por eso ingresaré en un convento, donde el estudio, la
oración y el silencio me ayuden a lograr lo que creo que s lo más importante de
mi vida; nunca os olvidaré.”
Los
tres nos abrazamos, llorando, cuando llegó mi amigo Ángel:
“Ha
dicho mi tío que les espera esta tarde, a las seis, porque quiere explicarle
todo lo que hay que hacer para que Pedro estudie la carrera de cura; ha dicho
me madre que te vengas a comer conmigo.”
El
encuentro con esta otra familia, puso a mi disposición los medios económicos,
que mi familia biológica no podía proporcionarme porque, “al ser cinco hermanos, no mes es posible pagar cinco carreras” (fue
la explicación que dio mi padre, al aceptar la ayuda que se nos ofrecía, tan
generosamente).
Ambos
hermanos, Juan y Nieves, se comprometieron ante mis padres, a poner todo lo
necesario; Juan pagaría los estudios, de principio a fin y Nieves haría las
gestiones para mi ingreso en el Seminario, estaría siempre pendiente de
comportamiento y, con su hijo y marido,
ambos con en el nombre de Ángel, serían los Padrinos de mi Ordenación Sacerdotal
y celebración de mi Primera Misa Solemne, al final de carrera.
Todo
esto ocurría el 5 de agosto de 1949; fue una año en que viví acontecimientos
tan diversos como asistir a las Fiestas patronales de San José, 19 de marzo en
la aldea vecina de Venta Quemada, a la que asistimos todos los hermanos; nos
hicimos unas fotos , entre nosotros y
con las cinco hojas de una familia, que trabajaba las tierras de mis padres;
una de ellas, de mi misma edad, se hizo una foto conmigo, ya que, entre la
broma y la verdad, “éramos novios de mentirijilla” (así se decía en mi tierra);
el día 13 de mayo, de ese mismo año, con ocasión de la visita de una imagen de
la Vírgen de Fátima, en una campaña nacional, a todas las parroquias de España,
confesé y recibí la Eucaristía, por segunda vez en mi vida; sentí, con una
fuerza inusitada, la tercer llamada a la vida consagrada, al día siguiente, en
la soledad de mi oficio de pastor, rompí aquella foto de enamorado infantil.
El
día 10 de agosto comencé unas clases con el Párroco, Don Francisco Montellano,
como preparación inmediata para el ingreso en el Seminario.
El
16 de octubre, viajé de noche con mi padre, trasportando a pie, el pequeño
ganado, para vender las reses en el mercado semanal de Chirivel, pues con mi
marcha, ya no era posible mantener la custodia y guardería de aquellos mis
queridos animales; el día 20 de octubre, lunes, el Párroco y mis padres me
acompañaron hasta Guadix e ingresé, por fin, en el centro de estudios, en el
que pude realizar lo más grande e importante de mi vida; la que siempre he
considerado ser un milagro viviente, de principio a fin.
Como
veremos, oeurríeron cosas que lo confirman con evidencia comprobada.
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