T$STIGOS PRESENCIALES, 1
Todos hemos presenciado la furia de hombres y mujeres, con
los ojos desencajados, enfurecidos y amenazantes, como las fieras, maltratando
a su pareja, de palabra pies o manos; es la estampa viva del desamor y el odio con
que se tratan los peores enemigos.
Si la vida humana sobre la Tierra depende del amor con que
una mujer y un hombre engendran los hijos e hijas, sucesores garantes del
futuro, lo expresado anteriormente, nos parece un contrasentido.
Es preciso reflexionar sobre los extremos a que nos ha
conducido el interés de prevalecer, como personas, el macho contra la hembra o
ella contra él; olvidando que su diferencia sexual y anímica es la esencia de su razón de ser, compartiendo lo que cada y
una son y valen.
Declararse “feminista o machista, es una aberrante,
destructiva y cruel autodestrucción de la personalidad; a tal punto hemos
llegado que, a fuerza de querer ser, tener y saber más que el otro o la otra,
negamos lo que más nos identifica y valemos.
El testimonio indiscutible de que presumimos de ser la clave
de la vida, es un patrimonio compartido
de la mujer y del hombre; ambos son los poseedores del poder de pro-crear, y el
que lo niega se autodestruye.
Es necesario, más que
nunca, poner en valor lo mejor que, tanto mujeres como hombres, compartimos cada día:
-
La mujer, no sólo pare
los hijos; los alimenta y cuida durante toda su vida, y jamás los desprecia ni
olvida;
-
está presente y
alerta, donde más se necesita;
-
no hay dinero en el
mundo que compense su trabajo y entrega;
A las cinco de la mañana, presencié en la sala de ancianos
enfermos e impedidos, como un grupo de Hermanitas y novicias de los ancianos
desamparados, atendían y aseaban a más de 100 viejitas y viejitos, en medio de
un complejo mal olor, que tiraba para atrás; el hijo de uno de los ancianos,
que había ido a ver a su padre antes de marchar al trabajo, expresó lo que
sentía, al ver limpiar a su progenitor:
“jamás haría yo eso, aunque me pagaran un millón de soles”.
La monja, al oírle, dijo sonriendo:
“Ni yo tampoco; sólo lo hago por amor”.
Aún resuena en mi cerebro aquel mensaje, y me obliga a proclamar que,
aparte del sueldo digno que toda persona merece, este es el más alto pago que
todos podemos otorgar a una mujer.
Salvo mejor opinión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario