AQC. 1.138
ALTIPLANO ORIENTAL DE GRANADA, 05
Pasamos una hora
aterrorizados, ante una situación de pánico y miedo extremos, a la espera de
oír, en cualquier momento, los disparos, en esa noche oscura que, después de los 74 años transcurridos no he
podido olvidar, por las veces que he soñado los disparos, que nunca existieron.
Cuando mi vecino y
yo, ambos de nueve años, nuestros padres estaban atados de manos y pies,
sentados en la tierra; al verlos, yo
grité: no les entregaré lo que traigo para ustedes”!:
¡si no sueltan a mi
padre, ahora mismo, porque no les
entregaremos lo que traemos para ustedes, …” y no pude terminar porque uno de
ellos me tapó la boca, tan violentamente que comencé a tirar sangre por la
nariz, y él dijo:
“¡no me escupas,
guarro!”, a lo que añadí:
“¡no es saliva, si
no sangre; eres un asesino!”.
Al momento recibió
un golpe de su jefe, y se estableció un absoluto silencio, y mi padre, tan
calmado como siempre, dijo:
“tomen sus cosas, lo
que han traído los niños, y márchense cuanto antes, de lo contrario pueden
acudir los vecinos o la Guardia Civil que,
con frecuencia, duermen en la cortijada.”
Nunca más se le
volvió a ver en la comarca de nuestro Altiplano; siempre recordaré las palabras
con que se despidió de mi padre, valorando su sentido de la justicia y la
generosidad con que había sido tratado entre nosotros: valor que considero
mayor, cuando supe que sabía muy bien a quien estaba galardonando sus
servicios, al no haberse vengado de alguna de las formas posibles de hacerlo,
por lo que siempre consideré la grandeza de alma que tenía.
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