sábado, 10 de marzo de 2018


AQC. 1.138
ALTIPLANO ORIENTAL DE GRANADA, 05

Pasamos una hora aterrorizados, ante una situación de pánico y miedo extremos, a la espera de oír, en cualquier momento, los disparos, en esa noche oscura que,  después de los 74 años transcurridos no he podido olvidar, por las veces que he soñado los disparos, que nunca existieron.

Cuando mi vecino y yo, ambos de nueve años, nuestros padres estaban atados de manos y pies, sentados en la tierra;  al verlos, yo grité: no les entregaré lo que traigo para ustedes”!:

¡si no sueltan a mi padre, ahora mismo,  porque no les entregaremos lo que traemos para ustedes, …” y no pude terminar porque uno de ellos me tapó la boca, tan violentamente que comencé a tirar sangre por la nariz, y él dijo:

“¡no me escupas, guarro!”, a lo que añadí:

“¡no es saliva, si no sangre; eres un asesino!”.

Al momento recibió un golpe de su jefe, y se estableció un absoluto silencio, y mi padre, tan calmado como siempre, dijo:

“tomen sus cosas, lo que han traído los niños, y márchense cuanto antes, de lo contrario pueden acudir los vecinos o la Guardia Civil que,  con frecuencia,  duermen  en la cortijada.”

Nunca más se le volvió a ver en la comarca de nuestro Altiplano; siempre recordaré las palabras con que se despidió de mi padre, valorando su sentido de la justicia y la generosidad con que había sido tratado entre nosotros: valor que considero mayor, cuando supe que sabía muy bien a quien estaba galardonando sus servicios, al no haberse vengado de alguna de las formas posibles de hacerlo, por lo que siempre consideré la grandeza de alma que tenía. 

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