viernes, 23 de marzo de 2018


AQC. 1.151
ALTIPLANO ORIENTAL DE GRANADA, 07

Cuando en octubre de 1949, ingresé en el Seminario Conciliar de San Torcuato, en Guadix, obtuve 9,5, como nota de calificación para el Ingreso en Primer curso de Bachillerato.

Nadie, ni yo mismo, podía comprender cómo un niño, que desde los cuatro a los casi quince años de edad, había estado guardando el ganado, podía haber adquirido tantos conocimientos.

Creo que, por la vida de trabajo infantil, que tuve que afrontar, el dolor, las dificultades continuas y peligrosas, me hicieron crecer más por dentro o que por fuera, pues, en realidad fui un niño enclenque, hasta pasar la pubertad.

Desde el verano siguiente, 1950 al final de la carrera, en 1961, dediqué durante los periodos de vacaciones,  a dar clase a mis vecinos y vecinas, de forma gratuita; ya apuntaba el desapego al dinero que, a pesar de los apuros y el hambre que he pasado, sin culpa de nadie, me empujaba a imitar al Cristo Pobre del Evangelio que siempre proclamo, como CODIGO de vida, que intento imitar, y no llego a conseguirlo; tal es mi debilidad.

Él, según los textos escritos, jamás llegó a tocar moneda alguna.

La verdad es que dos años antes, mi amigo Ángel, hijo de uno de los propietarios de la cortijada, me entregó una Enciclopedia Álvarez, su libro de los estudios que él no quiso hacer; durante dichos dos años de lectura diaria se me había albergado en el cerebro.

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