lunes, 19 de febrero de 2018


NUESTRO COLEGIO
“Isabel Rosillo- Santo Ángel”
AQC. 1.113
ASÍ OCURRIÓ, 108

Esa noche, apenas pude conciliar el sueño, y a la mañana siguiente no asistía al rezo de Laudes, con la Comunidad, como era habitual,  porque no oí sonar el despertador; desperté cuando uno de los seminaristas me avisó que debía asistir a un anciano en la Colonia “Buenos Aires”, situada en el centro mismo de la capital.
“Ahorita mismo, hay que atender a los enfermos y, más, si se trata de un anaciamo.”.

Ninguno dio el suficiente crédito a mis “locas” palabras como para acompañarme a comprobarlo; pero el sitio sigue allí; quizá algún día, el Barrio “Buenos Aíres” cabie de sitio i desaparezca.

Es un barrio al que ni la policía puede entrar, por el riesgo de no salir con vida; ningún sacerdote se atrevía a traspasar la puerta de entrada a ese lugar, donde la mafia y los peores ladrones de la ciudad se refugiaban, ante cualquier altercado o persecución del orden público.

Cuando el taxi llegó al lugar, me indicó que ya no pasaba más adentro; bajé y, acompañado de un nieto del enfermo, me introduje en una red de pasillos, chaolas y trapos por el suelo que, a pesar de no ser la primera vez que iba, sentí un escalofrío de muerte, aliviado al oír la voz apagada del viejo:


“IDOLO DE MALAGON”. 10

Tercero.2 (continuación)
 No inventamos cosa alguna, pero describimos lo que hemos visto y tocado con nuestras manos:

1.- Al  pasar tantas horas de pastoreo con mis rebaños, un día tuve la endiablada idea de niño inquieto, rebelde y curioso de preparar una antorcha compuesta de de los reviejos de  esparto, tan abundante en esa zona; cosa que había aprendido de mis mayores, entré en una rendija que había entre las rocas, avancé bajando primero, subiendo después y recorriendo tranquilo los trozos de los pasillo llanos que encontraba, se respiraba muy húmedo y cada vez con mayor dificultad.

Mi insaciable curiosidad de encontrar algo más quedó truncada cuando advertí que la antorcha perdía luminosidad y amenazaba con apagarse; emprendí el camino de retorno y la antorcha se recuperaba en la medida que me acercaba al exterior; lo conté muchas vece a mi familia y a otras personas,
1. Oración, mortificación y caridad: Las tres grandes prácticas cuaresmales
La oración es la condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, el cristiano ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia entre en su corazón y, como la Virgen María, se abre a la acción del Espíritu Santo dando una respuesta libre y generosa (ver Lc 1,38).

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