viernes, 23 de febrero de 2018


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Vi.223II-2018
ALTIPLANO ORIEMTAL DE GRANADA, 02
AQC. 1.120

Nueve viviendas, nueve familias, y 40 personas que tras dichos treinta años llegaron a 80, habituales 130, propietarios, servicio, pastores, segadores y nietos, según las estaciones del año.
Entre todos ellos voví, como hijo de uno de aquellos seis simples, honrados y excelentes trabajadores de la tierra, que tanto me ayudaron,  favorecieron y protegieron  mi infancia y juventud, hasta obtener una carrera universitaria, desde la precariedad y una vida rural, tan alejada, entonces, de la cultura y los medios de formación humana. 
El ritmo de vida y de trabajo era vertiginoso y constante, los 365 días del año, domingos y fiestas incluidos, como vivíamos a 5 kilómetros de la aldea más cercana, las niñ@s no iban a la escuela, sino que tod@s se dedicaban hacer tareas fáciles, como guardar los corderos, limpiar los corrales y cuadras, quitar malas hierbas a los sembrados, hacer mandados y encargos entre las familias y las cuadrillas de segadores.

Algunas temporadas de buen tiempo, solían venir los entonces llamados “maestrillos”, gracias los cuales tod@s a prendían a leer, escribir y las cuatro reglas de sumar, restar, multiplicar y dividir, aún con dificultad, faltas de ortografía y cartas difíciles de leer, antes de ir a cumplir el servicio militar obligatorio de eaquellos tiempos.

Uno de aquellos ratos, en que acompañaba a los adultos en ese ir y venir, de punta a punta de la besana, o surco, vi entre la tierra movida, aquella figura de un muñeco  sin cabeza ni brazos que entregué al labrador que resultó ser de  marfil , la que tod@s vais conociendo como el , así llamado, “IDOLO DE MALAGON”.

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