lunes, 20 de noviembre de 2017


NUESTRO COLEGIO
“Isabel Rosillo- Santo Ángel”
AQC. 1.042
ASÍ OCURRIÓ, 69

Hoy, echamos una mirada a los niños de todo el mundo; los trescientos días del año son días en que los más pequeños ocupan, en nuestro corazón y en nuestra mente, el primer y preferido lugar, para entrar en el Reino de los Cielos y, en la Tierra, ellos son  el futuro del género humano.

Denunciamos el comportamiento de cuantos abusan de su debilidad para abusar de ellos, les obligan a trabajar, los dejan morir de hambre y los maltratan. Impunemente.

Nuestros CINCUENTA AÑOS, dedicados a su formación, madurez y alimentación, en compañía de sus padres, avalan nuestra opción de entrega de cuanto somos, sabemos y tenemos.

Razón de sobra tenemos, para valorar y agradecer la asistencia de las instituciones que nos ayudaron en esta extraordinaria tarea.

3.- Un gran esfuerzo común del Estado, la Iglesia, educadores y familias; una adaptación general a la nueva ley, libertad, economía y apertura inusitada.

4.- Tiempos de lucha entre enseñanza pública y subvencionada, en que las manifestaciones y revuelos políticos, se cuestionan las ayudas estatales a las empresas privadas y a la Iglesia, por lo que se formaron las asociaciones de profesores, centros,  padres y sectores ciudadanos.

Tica, 05

Entre el miedo natural, la presencia y compañía de sus púberes hijos, su prudencia y excepcional  inteligencia, capacidad y fortaleza física, le alentaban a continuar su arriesgada cacería; si había descubierto otra forma de vivir, mucho más cómoda y rentable  que a sus padres, abuelos y ancestros carroñeros, pensaba y se decía a sí mismo:

“¿Cómo me voy a acobardar, en este momento, ante mis propios hijos,  a los deseo criar fuertes e invencibles ante el miedo?”

Se había comprometido a seguir, hasta el final de su vida, en esta Tierra, abriendo los caminos nuevos a sus pequeñuelos y, por ellos, a las futuras generaciones; hasta ese mismo día, ninguno de los seres humanos  conocidos por él, nunca jamás había traspasado aquella estrecha vereda y que, según las estremecedoras leyendas de su centenario abuelo, todos los que habían sobrepasado aquel fatídico límite, nunca más habían regresado; la prudencia mantenía alejados de este terreno montaraz a  los humanos y  a sus animales de compañía.
RdF.: 28.
En esta realidad existencial, ningún ser humano pensante, se puede disculpar ni mirar para otro lado, sin traicionar su deber de participación y responsabilidad.
 

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