jueves, 2 de noviembre de 2017


NUESTRO COLEGIO
“Isabel Rosillo- Santo Ángel”
AQC. 1.034
ASÍ OCURRIÓ, 61

De 1978 al 1985, fue la etapa de mayor número de alumnos (720) de la historia de nuestro Colegio, dada la variedad de las actividades que se desarrollaban, desde las 7 de la mañana a las 10 de la tarde.

En las aulas de Preescolar y Educación General Básica, funcionaban la enseñanza reglada, Taqui-Mecanografía, Secretariado, Formación de Adultos, Contabilidad y Clases de Inglés y Puericultura; estudios que abrieron a numerosos jóvenes y señoritas las puertas laborales, en Alcobendas, Madrid y alrededores.

En el Gimnasio, aparte de las Educación Física de todos los alumnos de enseñanza reglada de EGB y Preescolar; bajo la tutela de un personal cualificado, funcionaban las actividades y competiciones de Judo, Kárate, Sevillanas, Danzas varias, Sauna, Masajes Vital/Corporal y Deportivo.

EL TESORO, 06:

“Siguiendo las instrucciones del labrador de Malagón, recorrí los caminos que, entre encinas, retamas y tomillos, cruzan los cortijos de Santa Olalla, Don Pedro, el Vinco, los Álamos, Boca de Oria, Los Cerricos y el Saliente; cortijos, cortijadas y aldeas, en las que pude trabajar sin descanso, haciendo amistad con todos sus vecinos,  hasta que llegué a localizar el Castillo de Olías, del que apenas quedaban en pié pequeños muros, de la fue residencia de mis viejos; pedí un vaso de agua a una joven aldeana que, en apenas tres minutos, me ofreció en una jarra de cuatro picos, llena hasta sus bodes, recién extraída del pozo, fresca y cristalina, como los ojos verde/azules y la sonrisa llena de luz y dulzura de aquella chica, tan bella y amable como un ángel del cielo.

Le agradecí el regalo del agua, la sonrisa de sus labios y el encanto embrujador de su inocente mirada; sin expresar con palabras lo que mi corazón sentía, le pregunté dónde podría pasar aquella noche; me indicó que la fonda más cercana y cómoda estaba allí, ante nuestros ojos; los montones de la mullida paja de centeno, rodeado de obreros y vecinos, mayores y pequeños, con los que pasé veladas inolvidables.

Con una manta que, ella misma me ofreció, al mismo tiempo que me entregó un bocadillo de pan blando relleno del queso, hecho ese mismo día por su madre, y una botella de vino tinto, fabricado el año anterior por su padre.
RdF.:16.
Nuestro afán de estudiar y descubrir, es una quimera incierta, cuya única buena consecuencia es la de reconocer nuestra debilidad y admirar la grandeza y el Amor de su posible y necesario Hacedor.

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