martes, 14 de noviembre de 2017


NUESTRO COLEGIO
“Isabel Rosillo- Santo Ángel”
AQC. 1.038
ASÍ OCURRIÓ, 65

Si las parejas no tienen, descubren o no aplican a su tiempo esta visión de su vida en común, les será difícil, imposible, de mantener su unión matrimonial durante micho tiempo.

Por el contrario, su amor será perpetuo, a pesar de los crueles avatares de la vida, y crecerá hasta cotas inimaginables con la dimensión multiplicadora de los hijos, nueras, yernos,  nietos amigos y vecinos.

Esta sociológica relación de la pareja matrimonial, no sería posible si no cumplen ambos los principios de toda convivencia:

1) ser siempre fieles ellos mismos, sin dejarse arrastrar por los pensamientos, palabras y acciones de cuantos les rodean;
2) ejercer su libertas respetando, al mismo tiempo, la libertad de todos los demás:
3) respetar los derechos personales de todos y cada uno de los que con ellos conviven, comenzando por sus propios hijos.

Recuerdo estos detalles, porque era habitual entre nosotros, educadores y padres de alumn@s, alimentar nuestras diarias conversaciones, personales y de grupos, de aquellas ideas que todos deseábamos sembrar en nuestros pupilos.

RELATO

Tica, 01

“En la madrugada de un día invernal del año 4,885 a.C., Adá y sus hijos, Tico y Tica, salieron de su rústica cabaña, situada en lo alto del cerro donde vivían y fabricada a base de cañas y barro arcilloso procedente de la charca cercana. Aquel mínimo lago era el centro de sus quehaceres cotidianos y sus claras aguas emergían de un milenario manantial, que surgía del corazón de aquel rocoso cerro.

Junto a la orilla de la charca, una choza hecha de totora, era el centro de reunión y culto a los dioses del agua, de la luz y de la tierra, donde se encendía el fuego sagrado con motivo de una fiesta, una abundante cacería o de  los honores funerarios a sus seres queridos.

A escasos metros de aquél círculo sagrado se levantaba una choza dedicada a los dioses lares, a los que, de una u otra forma, agradecían los conocimientos recibidos de ellos y, con los que, ahora, podían avanzar con más facilidad sus deseos de progreso  y mejorar sus rudimentarias condiciones de vida.
RdF.: 24.
La ciencia, unida a la experiencia humana, ha demostrado que cada uno de estos diminutos elementos atómicos contienen una determinada carga de energía.

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