Volví
sobre tus pasos, sí.
Me
temblaba la mirada
al
cruzar tus callejuelas;
estaban
como encantadas
las
fuentes casi sin agua,
donde
mis labios besaron
la
tersura de tu piel;
sentí
el fuego en mi mejilla,
y
el calor de tu pasión
puso
de rojo mi frente
y
pálido mi semblante;
apoyé
mi fría espalda
sobre
el musgo de aquel muro
testigo
del amor brujo
de
aquel platónico abrazo,
que
sembró de rosas blancas,
de
azahar y de jazmines,
tus
pechos y mi regazo.
Sentí
vergüenza al pensar
que
tu lance apasionado
no
tuvo respuesta en mí;
¡tanto
era lo que te amaba
y
el respeto de mi honor!
Por
tu candor virginal,
que
entre el aire del naranjo
y
tus brazos de amapola,
se
fue volando en la brisa
como
una nube de espuma,
que
en el espacio infinito
rasgó
el cielo y no volvió.
Cada
noche en la penumbra
clavo
llorando mis ojos.
en
tus lágrimas de niña;
se
asoman tus besos perla,
y en el centro de mi vida
dejan
escrito: “mi amor”.
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