lunes, 9 de julio de 2012

COMPARTIMOS VIDA Y MUERTE, XV, 5


5) Cada cual tenemos un sendero.
      Hace tiempo que rebusco
el sendero de mi vida;
hace tiempo, mucho tiempo,
desde que empecé a pensar;
desde aquellos siete años
que, oteando el horizonte
una luz apareció
en la bóveda celeste
de una cúpula sagrada;
fue el templo bautismal
de mi Oria de Almería.
    Niño feo como ninguno
entre todos los nacidos;
menos mal que en mi había
un alma espíritu puro,
que me salvó de la quema
cuando cumplí siete días.
    Empecé a trabajar
cuando los cinco  cumplí,
un ángel descoronado
que no poseía alas,
era blanco cual la nieve,
porque Nieves se llamaba.
La luz de mi vocación
captó y reconoció
aquel ángel sin altares
que me agarró de la mano
hizo un milagro palpable
convirtiendo lo imposible:

del campo y los matorrales,
pisé, por primera vez,
los pasillos de un colegio
que eran rudos y de esparto;
pero quitaban el frío,
(aún no había calefacción
en la España de posguerra).
.......

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