martes, 10 de julio de 2012

SUEÑOS INSÓLITOS, 12

Soñé a todas las madres:
     Apoyada mi nariz
entre tus senos de nácar,
tejí mis sueños de oro
y mis sonrisas de plata.
    Se embriagó mi corazón
al ritmo de tus latidos;
entre suspiros de amor,
de calma y felicidad,
me mostraste  el camino
balbuciente de la vida.
    Tu diste fuerza a mis pasos,
vacilantes, inseguros;
tu fortaleza atrevida
me marcó los objetivos
de un sendero sin retorno,
en que sabios se combinan
todos nuestros compromisos
de libertad y subsistencia.
    Tus palabras, alimento
y  tus pensamientos, luces,
que no se apagaron nunca,
ni en los gozos ni en las cruces.
    Tu me enseñaste a amar
por igual a todo el mundo;
respetando en igualdad
al sano, enfermo y pobre,
rico, feo, maloliente,
antipático o alegre.
    Me enseñaste a amar a Dios
sobre todo lo existente.
    Siempre te recodaré,
santa madre, inteligente.

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