miércoles, 25 de abril de 2018


NUESTRO COLEGIO
“Isabel Rosillo- Santo Ángel”
AQC. 1.163
ASÍ OCURRIÓ, 142

A las ocho de la mañana siguiente, los camilleros me trasladaron al quirófano; a mi lado,  mi esposa, mi hija y cinco hijos, me acompañaron hasta la puerta, donde un equipo de médicos y enfermeras se hicieron cargo de mi cuerpo, me anestesiaron, durmieron y extirparon las raíces de mi enfermedad.

Cinco horas de ausencia vital, de pensamiento mental y experimento de una muerte que, de momento,  se quedó en anunciad; cuando recobré la conciencia, la vista, el oído, el movimiento y la palabra,tuve la sensación de que, tras un viaje sin memoria, había renacido a una nueva vida.

La enfermera, ruborizaba y consciente ya, de mi solicitud de confesión del día anterior, se disculpó, recordando que su inoperancia de la noche anterior se debía a la falta de costumbre de plantear atención espiritua, y  anunciándome que en breves minutos me atendería el capellán del Hospital.

Cuando el Sacerdote se marchó, se  me acercó la amgelíca enfermera, haciendo una observación, con la que pretendía no sólo justificar su ignorancia, si no inspirarme ánimo y sosiego en aquellos momentos de dolor y  la física debilidad general tras la reciente intervención quirúrgica:

“Supongo que ya estará más tranquilo, todo ha salido bien y usted está tan feliz; ya me han explicado la importancia que tiene la confesión para  algunas personas, entre ellas usted; le he prometido a mis padres que yo haré la Primera Comunión cuando esté sufientemente preparada; a ud. Le debo mi despertar religioso, y le prometo mantener mi vida espiritual mientras viva.

Es un hecho muy simple, pero, durante los días que permanecí ingresado, le instruí  para que recibiera la comunión conmigo el último día de mi estancia hospitalaria, rodeados por los médicos y enfermeras de la planta y de los padres de la joven y madura cristiana.  
Id.E.33.
Avalado por el titulo de Pedagogía,  Filosofía y Ciencias de la Educación, nuestras clases de 6º, 7º y 8º, impartidas en medio de católicos, evangelistas, testigos de Jeová, moros y ateos, no podían ser monocolor, sino válidas para todos, como es la realidad de la familia humana. 

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