sábado, 2 de abril de 2016

Diálogos en el Vaticano,17.AQC,904


Cuando habla el corazón

El día 6 de junio de 1976, me dirigí a primeras horas de la mañana a la Basílica de San Pedro para cumplir mi deseo de celebrar la Eucaristía en el tumba de San Pedro, bajo el Altar Mayor y Baldaquino; presenté la tarjeta, en que Paulo VI había firmado “Concedido, el Papa”; un clérigo me dio los ornamentos sacerdotales y me acompañó y ayudó la Santa Misa; al final, le di las gracias, y nunca supe si era Cardenal, Obispo o Sacerdote, y tuve,  además, un descuido personal que siempre he  lamentado, no me dí  cuenta de pedirle  que me devolviera aquella “joya de tarjeta”.

Elegimos para estos días de agosto el pueblo alicantino de  Benidorm; un lugar que desde siempre nos había llamado la atención, por su atractivo turístico, por la belleza de sus playas del Este, Oeste y alrededores, con sus montañas, el mar y la cercana “Isla de los Monos” como, algunos años  más tarde, le apellidaron nuestros hijos; su mirador y su ambiente internacional y bullicioso en los plácidos amaneceres, atardeceres y noches.

Días de tranquilidad y paciente espera; Isabel sabía que si Roma no me concedía la Dispensa, nuestro Matrimonio no iba a ser posible; ambos, ella y yo  éramos conscientes de nuestra decisión y respeto mutuo que  mantuvimos siempre con el gran rigor de nuestra conciencia fiel; estábamos dispuestos a vivir y colaborar en la crianza, comida y educación de nuestro hijo; esto era conocido por el propio Papa y por el Vaticano, que habían oído mis explicaciones:

“yo no viviría con Isabel como pareja, pero, respetando las indicaciones de la Iglesia, no ocultaríamos jamás nuestra paternidad/maternidad, por nuestra valoración de la vida humana, aún a costa de nuestra angustia de no poder ser casados y compartir nuestra  fe cristiana, viviendo el GRAN AMOR y REGALO COMÚN  que nuestro Padre Dios nos había hecho al permitir el encuentro de nuestras vidas en esta existencia humana.

Éramos felices así, pero nuestra felicidad estaba apoyada en un 99 % en la común esperanza de la respuesta del Papa, Paulo VI., desde Roma.

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