Tiempo
de espera
REFLEXIÓN
y COMEBTARIOS SOBRE SOLICITUD Y DISPENSA
¿Acaso los veteranos curiales del
Vaticano II le han planteado como hicieran anteriormente con el Papa Bueno,
amenazando con un cisma si no deponía su intención de reflexionar sobre el tema
del Celibato de los Sacerdotes Seculares Diocesanos?
Yo no rechazo ni tengo nada en contra
de los numerosos documentos y recomendaciones de Santos Pontífices y Padres de
la Iglesia cuando recomiendan tan ardientemente la práctica de la virginidad
consagrada “por amor al Reino de los Cielos”; yo también opino, afirmo y defiendo
esa virtud, cuando es perpetúa y heroica fuente de santidad; pero me horroriza
pensar que haya personas que, habiendo comprometido su vida con un voto de
castidad virginal, se hayan convertido en los peores depredadores sexuales que
se burlan de Dios, de la Iglesia y de todos los hermanos.
La Castidad se puede y se debe vivir
tanto en la vida consagrada virginal como en la vida consagrada en el Matrimonio.
No es momento de comparaciones odiosas
que condenan sin razón una u otra situación; me atengo a la realidad con que
nuestro Creador ha llamado a cada uno, ya que tan santa es una situación como
la contraria, siempre que ambas se vivan con limpieza y fidelidad.
Terminada la reunión y las despedidas,
se produjo un lapso de silencio.
Estábamos ya de pie, llamé la atención
de todos y dije para dejar clara mi posición de fidelidad al estado de gracia e
hijo de la Iglesia:
“Dejo constancia de que si ustedes me
conceden la Dispensa, contraeré Matrimonio, pero sin no, seguiré célibe y será
toda la responsabilidad de su terquedad ante la verdad innegable de que el
hombre Casado y Sacerdote puede ejercer sus funciones y poderes sacerdotales,
recibidos por el Orden Sagrado del Presbiterado, según Jesucristo; y esto no
puede negarlo el que crea de verdad en el hecho de la Revelación divina a todos
los seres humanos, de una forma natural
y/o positiva.”
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