miércoles, 6 de abril de 2016

Diálogos en el Vaticano,18.AQC,905


TIEMPO DE ESPERA



Estábamos hospedados en un hotel muy cercano al inicio de la playa Oeste y al lado del barrio antiguo y céntrico, por lo que solíamos asistir a Misa en la Iglesia Parroquial de San Jaime y Santa Ana, un templo neoclásico y enriquecido en arte históricamente un famoso hallazgo de una imagen de la Santísima Virgen allá por el año de 1740, es conocida como  Virgen del Sufragio (también le llaman los oriundos de Benidorm Virgen del Naufragio), y es la Patrona Canónica  de la Villa, pues aparte de otras razones está ubicada cerca de la cúspide del cerro o prominencia de caraa a la baía, desde la que uno puede contemplar las dos playas, el mar, la isla de los monos y gran parte de la bella Ciudad turística.

El anterior párrafo tiene un “por qué” muy personal, pues el día 28 del mes de agosto de 1976, oímos la Santa Misa en ese templo, nos dirigimos Isabel y yo, con nuestro niño en brazos y, a la capilla de la Virgen del Sufragio y le pedimos, ambos llorando, que nos echara una manita de Madres sobre dos humildes “náufragos” que sentían  ahogarse con el agua al cuello.

En muchas ocasiones acudimos a nuestra fe y vida religiosa y rogamos de forma muy diferente y fervorosa cuando un problema grave nos  acucia.

Sin dar más importancia a esta simple anécdota, y sin ánimo de inventar milagros, la recordamos muy pronto, debido al motivo que os digo a continuación:

Por motivos de trabajo, teníamos que estar en Alcobendas el día primero de septiembre, para atender los exámenes de asignaturas pendientes, actas y la documentación precisa para finalizar la situación escolar de todos nuestros Alumnos/as; este agobio de trabajo distrajo nuestras angustias y preocupaciones  personales hasta primeros de septiembre.

Rl encuentro con Profesores y Alumn@snos nos recordó que, además de nuestras cuitas personales, había que pensar en el comienzo de un nuevo curso escolar, en el que había que dar toda nuestra atención.

Entre tanto, seguíamos esperando el Rescripto papal y regularizar nuestra situación humana, con el Sacramento del Matrimonio canónico, en medio de una comunidad educativa, en que nuestras relaciones sociales eran las propias de una gran familia; nos jugábamos mucho y temíamos una posible negativa.

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