Nos distrajo tanto,
que al final resultó para Isabel y para mi una SORPRESIVA NOTICIA: la llamada
del amigo Leovigildo Gómez Amezcua, Sacerdote conocido desde el Seminario Menor
y Mayor, y ahora canciller del Obispado
de Guadix-Baza, que con gran satisfacción y alegría, en el momento de
escucharme al teléfono me dijo:
“¡Pedro Jacinto!, te
llamo en nombre de Antonio Dorado Soto, nuestro Obispo; ¡TE HAN CONCEDIDO LA DISPENSA DEL CELIBATO!
Os felicito a Isabel y
a ti, porque me hago cargo de todo el sufrimiento que estáis llevando; a
continuación te envío el Documento Oficial en que el Obispo te comunica la respuesta del Papa; ya podéis
comenzar los trámites para recibir el Sacramento del Matrimonio el que tanto habéis deseado y esperado;
Antonio ya te felicitará pronto.”
Tras volver a España y esperar con
angustia durante tres meses, recibí el Rescripto Papal anhelado, por el que
Paulo VI me concedía la solicitada Dispensa de la Ley del Celibato:
En unos días me llegó
la comunicación del 13 de septiembre /76, en que el Obispo de Guadix, me
reproducía palabras del Rescripto papal que, con el respeto que siempre he
tenido, tengo y tendré, por nuestra Madre la Iglesia, tenía términos de dudosa
validez jurídica
Por respeto a mis
lectores, añado unos comentarios y reflexiones, con los que veáis el proceso de
mi Solicitud y el Rescripto
Papal, más unos comentarios, que os permitirán conocer el final de esta, para
mi, importante historia personal, que he querido compartir con todos vosotros,
amigos, familiares y lectores en un clima de buenas intenciones y mejores
deseos, humanos, sociales y espirituales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario